29 de octubre de 2009

Stigliani - Gradación creciente de felicidad

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¡Feliz quien te ve!
¡Más feliz quien puede hablarte!
¡Felicísimo quien puede tocarte!
¡Semidios, quien besa tu bello semblante!
¡Dios, el que hace lo restante!




El poeta es Tomasso Stigliani di Matera (1573-1651) , la traducción es mía,  y el texto está tomado de Lirici Marinisti,  a cura di Benedetto Croce, Bari, Gius Laterza & figli, 1910, p 18. Si alguien quiere leer el texto original está acá.

(Que el hombre era un poeta exquisito parece que es algo que no todos sus contemporaneos estuvieron tan fácilmente dispuestos a admitir. Pero, bueno, él tampoco se ahorraba nada. En los comentarios explico por qué)

26 de octubre de 2009

Esos libros son viejos, juntan mugre, ni las ratas los quieren

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Cuando tenía 12 años empecé a estudiar italiano.

Una cosa que me llamaba la atención, cuando iba a la Dante -en la Avda Colón- era la enorme biblioteca que se desplegaba en armarios vidriados a lo largo de los pasillos. Como yo era una "niña curiosa", me la pasaba mirando los lomos de los libros: esas vitrinas estaban SIEMPRE  cerradas con llave: los libros que se suponía podian interesarme, estaban en otro lado.

Ya después, pude yo misma tomar esas llavecitas con el respectivo número de biblioteca grabado en su superficie, y mirar, hojear y usar muchos de esos libros. O no. Porque uno va creciendo y formándose no solamente con los libros que lee sino también con esos que uno sabe que están ahí, aunque no los haya leído, o por el momento no tenga entre sus planes leerlos.

La PRESENCIA de esa biblioteca, con esas ediciones de más de cien años, con obras completas de autores que ya no se editan más, con libros escritos a lo largo de cinco siglos y editados muchos de ellos por única vez a principios de siglo XX (libros que -claro-, no son para llevarse a la cama o a la reposera a la hora de la siesta, ni para reforzar un curso inicial de italiano, ni siquiera para jactarse de conocer las últimas novedades de la editoría italiana-, y que espantaron durante años a tenaces lectores de bestsellers), para mí fue fundamental, fundante de mi propia identidad.

Ahora, y desde hace un año, y después de una selección en la que se salvaron, sí, los "mas conocidos", -dicen que por razones de espacio- esos libros están ahí en una pequeña mesita a la entrada, a disposición de quien quiera tomarlos.

Hoy le volví a preguntar a quien se encarga de volver expósitos a esos libros por qué, por qué se deshacen de ellos así.

Me dijo: son viejos, juntan mugre, ni las ratas los quieren.

¿Ni las ratas?

Yo sí.

25 de octubre de 2009

Cuarenta y cuatro

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Cuando era chica tenía miedo, porque números así sonaban a demasiados.

Pero

hete aquí que siento


que estoy cada vez mejor.

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Una de las principales razones de eso son mis amigas Marina y Eva, que realmente me sorprendieron y me emocionaron.

20 de octubre de 2009

Primer regalo de cumpleaños





 Leonardo Da Vinci, Estrella de Belén, anémonas de bosque y lechetreznas


Aunque todavía faltan cinco días, hoy recibí mi primer regalo de cumpleaños. Pedro Caballero compró todos los martes durante un año el diario La Nación, juntó los fascículos, los hizo encuadernar, y esta mañana me trajo, envuelto en un espléndido papel color rojo, el libro Leonardo Da Vinci, Una mente brillante, con esta dedicatoria:


Me dijo: Yo lo leí una vez, pero desde que lo empecé a comprar, ya lo tenía destinado.

17 de octubre de 2009

Paolo Buzzi - LLuvia en el pinar antidanunziana

(1916)
La imagen está tomada de acá

Lluvia en el pinar antidanunziana
Palabras en libertad

(a la izquierda)

Fórmula química del efluvio del agua
A Z Oº C L

(a la derecha)
para batería entonaruidos (las otras tres palabras no alcanzo a verlas)

(abajo)
10 millones de agujas de madera cada 10 m cuadrados

Paolo Buzzi

Aldo Palazzeschi - Déjenme divertirme

(1910)


¡Tri tri tri,
fru fru fru,

uhi uhi uhi

ihu ihu ihu!,


¡El poeta se divierte

locamente,

desmedidamente!
No lo insulten,
déjenlo divertirse

pobrecito,
estas pequeñas tonterías

son su entretenimiento.


Cocù rurù,
rurù cucù,
cuccuccurucù!

¿Qué son estas indecencias?

¿estas estrofas extravagantes?
¡licencias, licencias,
licencias poéticas!
Son mi pasión.


Farafarafarafa,
tarataratarata,
paraparaparapa,
laralaralarala!


¿Saben qué son?
Son las sobras,
no son estupideces,
son..... los desechos
de las otras poesías
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Bubububu,
fufufufu.
Friu!
Friu!


Pero si de cualquier nexo
carecen,
¿para qué las escribe
ese tonto?


Bilobilobilobilobilo
blum!
Filofilofilofilofilo
flum!
Bilolù. Filolù.
U.


No es verdad que no quieren decir,

quieren decir algo.

Quieren decir…

Como cuando uno se pone a cantar

Sin saber la letra.
Una cosa muy vulgar.
Y bueno, así me gusta hacerlo.


¡Aaaaa!
¡Eeeee!
¡Iiiii!
¡Ooooo!
¡Uuuuu!
¡A! ¡E! ¡I! ¡O! ¡U!


Pero jovencito,
dígame un poco una cosa,
no es la suya una pose,
querer con tan poca cosa

mantener alimentado

tan enorme fuego?


Huisc... Huiusc...

Huisc... Huiusc...

Sciukoku koku koku,
koku koku koku,

Sciu

ko

ku.


Pero ¿cómo hay que hacer para entender?
Usted tiene muchas pretensiones,
pareciera que usted escribe en japonés.


Abì, alì, alarì.
¡Riririri!
Ri.


Déjenlo nomás que se divierta,
es más, es mejor que no termine.

La diversión le costará cara,

Lo tratarán de burro.


Labala
falala
falala
y luego lala.
y lalala
lalalalala lalala.


Es verdad que es un riesgo muy fuerte

escibir cosas así

que hoy en día hay profesores

por todas partes.


Ahahahahahahah!
Ahahahahahahah!
Ahahahahahahah!


En fin,

yo tengo totalmente razón,
los tiempos han cambiado,
ya nadie exige nada más

de los poetas:

¡déjenme divertirme!


La traducción es mía, el texto está tomado de GUGLIELMINO, S, Guida al Novecento, Milano, 1971, p 171. Las estrofas en cursiva, en el original, tienen rima consonante; pero preferí no retorcer demasiado el castellano de mi versión.

10 de octubre de 2009

Desasosiego empático


Vista de (lo que queda de) el galpón de montaje de los Talleres Bahía Blanca Noroeste
tomada desde un hueco del paredón de calle Malvinas, junto al dibujo con el que los vecinos del barrio piden la apertura de la calle Blandenguez.


¿Desde dónde contar, representar y escribir este horror? ¿Con qué lenguaje?
¿Qué tengo que ver yo, qué tiene que ver mi familia con esta historia, con estas personas a las que entrevisto y que me cuentan? ¿Por qué siento la necesidad de indagar, conocer, contar esto que fue, este desastre, lo que pasa ahora con todos los que estuvieron ahí?

¿Cómo hacer para no quedar atrapada en la versión de un pasado recortado por la distancia, idealizado por la propia nostalgia de la juventud de quienes hablan, mistificado por el contraste con un historia reciente que a duras penas pueden decir? ¿Cuánta resistencia interna hay que oponer a los relatos minucisamente apocalípticos para seguir pensando que sí vale la pena tratar de entender y decir qué fue lo que pasó?

¿Cómo contrarrestar las explicaciones exaltadas, moralizantes y asbolutas (tipo "los argentinos somos así, no podemos tener nada", "los políticos son todos unos hijos de puta", "todo esto venía de arriba, qué podíamos hacer"), los desplazamientos tranquilizadores (por ejemplo, espantarse por los edificios mismos en ruinas ), y los juegos de victimización/demonización de quienes tuvieron que ver en esto?

¿Cómo contrarrestar lo más fuerte, lo más pregnante, lo más cómodo para todos, con respecto a este tema, cómo contrarrestar la tendencia al borramiento y al olvido?

8 de octubre de 2009

Montale - Piropo, para concluir

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Maravillosos tus brazos. Cuando
muera vení a abrazarme, pero
sin el pullover.
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La traducción es mía, a partir de Piròpo, per concludere, del libro Poesie disperse, en E. MONTALE, Tutte le poesie, Mondadori, Milan, 2000, p 853.

Puerta





La reja de una casa en gorriti al 700, de la época en que la mayor parte de las casas de este barrio eran de gente mas o menos acomodada, y los vecinos se esforzaban para que sus casas (o las puertas, al menos) luzcan con cierto ornamento.

4 de octubre de 2009

Arte Cisoria

Arte Cisoria es un tratado de arte culinaria, escrito en 1423 cuyo autor es el Marqués de Villena.
Empecé a trabajar en estos poemas en 1999. Algunos de ellos, y ya agrupados bajo este título, aparecieron en Vox Virtual, nº 13, en Diario de Poesía, nº 69 (diciembre 2004-marzo 2005), p 5-6 y en la Antología 23 chichos bahienses, Vox, 2004, páginas 93-97.


1
Nada,

nada tiene que ver con cuestiones de higiene:

la transpiración cae
en la masa del pan
cerca del horno a la madrugada

la sangre del dedo
apenas tajeado
sobre la paleta entera.


2
Ya estás cansado

tantas horas,
desde las cuatro o antes
tal vez al lado
de la noria
que no para;

y te pegás un tajo,
en cualquier lado
aguantando
el dolor, la sangre, el sarcasmo
de quien te lleva,
como siempre,
a la enfermería.


3
No es tanto el peso

de las botas de goma,
o el roce constante del mango
de plástico del cuchillo
o el tener que llevar el cabello atado
bajo la cofia blanca
(no sea cosa que
se vaya a caer un pelo):
es la humedad
sobre la ropa mojada,
la que molesta
cuando la sangre salpica.

 
4
Sobre la piedra húmeda

la hoja en círculos
deslizándose
dos o tres vueltas
de un lado y del otro;
y la yema del dedo todo
a lo largo del filo
empastada
con agua caliente y polvo
promiscuo de piedra
y acero

5
Los tubos de luz enceguecen

a esta hora y más
cuando uno llega tarde cansado y tiene
que agarrar el martillo y darles
a los animales seco
tratando de no romper el seso
mientras callados los viejos
terminan,
antes que enciendan la noria,
de afilar su cuchillo
en las piedras.


6
Como la hoja que

cuanto más horada
y penetra
y repasa
y se gasta

más se afila
y se afina

hasta que de ella no queda
prácticamente
nada.

7
No es común un toro blanco en la manga.

Ni tan inmenso,
ni tan hermoso.
Ocupa solo todo el cajón; y con él, el ritmo
monótono de los golpes
en la nuca se corta.
Cabecea, se mueve, se agita;
pero no cae.

Catorce veces. Al final,
hasta el capataz viene.

Recién ahora logran
colgarlo en la noria; y tienen

que llevar agarrada esa cabeza,
para que no se enganche en el piso,
para que llegue al sitio del degüelle,
desangre,

y se la corten.


8
Se te acerca despacio

el caballo sin recelo
te conoce
lo vas trayendo
le clavás
hasta el corazón el puñal;
se desangra lento
tambalea
al final
se le abren las patas
se cae.

Lo charquean después
y en bolsas
en pozos
ponen la carne
para que no se pudra


9
Por los potreros

de noche sin zapatos
entre chañares secos,
alambrados y desagües,
Elena perseguida
por el miedo y por un hombre
con un cuchillo en la mano;

entre las plantas de agropiro,
se queda ella con los chicos,
todos quietos y en silencio,
hasta que él se duerma
y la borrachera
se le pase.

 
10
Elena parte el pan

recién sacado del horno
de ladrillos las gallinas
pisotean las migas
embarradas y la sombra
de la parra seca,
deshaciéndolas
con sus patas
en el agua mansamente turbia
de la acequia;
con sus dedos
ajados
parte, Elena,
el tierno bollo
salado
para que Alvarito coma.

11
La lancha entre cabezas

secas escamas
espinazos
y Tobías magnífico
con su delantal
de plástico y su mujer
bajo la sombra
del sobretecho blanco,
desbordándose
de filetes limpios
la mesita
metálica.

12
Parece que el tajo no fue

seco y preciso; se ve
que el cuchillo no estaba
bien afilado. Una pena,
la carne de chivito queda
mucho más tierna cuando
no patalea ni grita y la sangre
cae en seguida en el tacho.
(Y es que se nota la diferencia,
se nota en la consistencia
al asarlo).

13
Hendir la hoja cada vez

hasta el más oscuro rincón
descoyuntando los huesos,
sin que se rompa la carne;
deslizar la pulpa despacio
con las manos para dejar
limpio el cartílago, la carcasa entera,
alas patas pechugas; sí,
fueron varias las navidades
hasta la madrugada deshuesando;
después lo rellenás
con ananá jamón nueces lo cosés
con hilo y lo dejás
listo para meterlo al horno.


14
Habría que terminar

de pelar la fruta;
¿y esa manzana que está,
así, como machucada?
¿la habrán dejado crecer
demasiado tiempo en su árbol,
o madurar al sol y podrir
bajo el calor áspero o algún
pájaro, tal vez
la habrá picoteado?
Habría que pelarla, cortar
lo poco o mucho que se pueda usar
y lo demás,

tirarlo.

15
Huecas carcasas

cartílagos
Leticia apila
en tierna
montaña
descoyuntada

(después tendrá
que retocar un poco
el esmalte en esa uña
que se ha quebrado).


16
“Una de las virtudes del fracaso es mostrarnos

que al final muy pocas cosas
dejan huella en el mundo”.

Pero quién sabe
si los tajos en la carne
con el tiempo
se borran.


17
Que las palabras descubran

inmediatamente las cosas
es algo
que raramente se da; más bien
se trepan unas a otras,
escondiendo entre sus letras
silencio, suciedad y olvido,
y se estrujan destilando
sangre, sopor o ensoñamiento
inocente del dolor
indiferente al tajo
indecente y al hedor:
filo y no cuchillo:
distancia respetuosa y no desprecio
incomprensible;
incertidumbre en vez de hartazgo
una cierta pena, y no la muerte;
naturales cambios
en vez de despedazamiento.


18
A cada hachazo

saltan en pedazos
las rodajas viejas,
abriéndose por entre sus grietas
la madera reseca.
Para la cocina económica
igual
esos pedazos
sirven;

sí,
son los mejores.


19
Cabría un dedo

entero en lo hondo
del tajo recién
abierto venciendo
el dedo el espacio
de la milimétrica
espesura de la hoja
entre esas fibras
cabría
si no estuviera lleno
de sangre
todavía
demasiado fresca.

20
Empuñándolo

como en un juego
como asentando el filo
sobre la carne
acariciando
como en la chaira de madera
la hoja,
estremeciendo la piel
bajo el peso
imperceptible
del cuchillo
dibujada lenta
la sangre
en un hilo.

21
El acero no se repara

al quebrarse
tampoco la carne
mal tajeada.

Ninguna enmienda es posible
sí la compensación:
una hoja nueva,
otro cabo,
y el propio,
en lugar
de algún cuerpo mal
despostado.

Frutillas licuadas, de varios modos


Motivada por el calor de la primavera, y tentada por las fotos y las recetas de Artemisia ayer licué:

1) Frutillas, unas cucharadas de azúcar y un pote de yogur de vainilla

2) Frutillas, una banana, una naranja exprimida y un pote de yogur de vainilla.


Algo así como un trago con las frutas del paraíso, pero aquí y ahora.


per se dabat omnia tellus,
contentique cibis nullo cogente creatis
arbuteos fetus montanaque fraga legebant
Ov, Met. I, 102-104)

Eso cuenta Ovidio sobre la edad de oro, que cuando la tierra daba de todo sin que hubiera que trabajarla, también se podían tomar así, las frutillas silvestres.