30 de enero de 2010

Magris - El infinito viajar



"El viaje – por el mundo y en el papel- es, de por sí, un continuo preámbulo, el preludio de algo que siempre está, todavía, por llegar y que siempre está, todavía, a la vuelta de la esquina; partir, detenerse, volver atrás, hacer y deshacer las valijas, tomar notas en la libreta sobre un paisaje que, mientras uno lo atraviesa, huye, se deshace, se recompone como una secuencia cinematográfica, con sus fundidos encadenados, o como un rostro que cambia a lo largo del tiempo."

[...]
"El viaje siempre vuelve a empezar, siempre tiene que volver a empezar, como la existencia, y cada una de sus notas es un prólogo; si el recorrido por el mundo se transfiere a la escritura,  se prolonga en el pasaje de la realidad al papel – escribir apuntes, retorcarlos, borrarlos parcialmente, reescribirlos, cambiarlos de lugar, variar su disposición. Montaje de las palabras y de las imágenes, tomadas desde la ventanilla del tren, o cruzando a pie una calle y dando vuelta la esquina. Solamente con la muerte, recuerda Karl Rahmer, gran teólogo, cesa el status viatoris del hombre, su condición existencial de viajero. Viajar, por lo tanto tiene que ver con la muerte, como muy bien sabían Baudelaire o Gadda, pero es, a la vez, un diferir la muerte, postergar lo más posible la llegada, el encuentro con lo esencial. […  ] Viajar no para llegar sino para viajar, para llegar lo más tarde posible, para no llegar, si fuera posible, nunca."

Estos son dos párrafos del prólogo del libro de Claudio Magris, L'infinito viaggiare,  2005. La traducción publicada por editorial Anagrama en 2008 no la tengo, así que traduje yo misma estos pasajes.



25 de enero de 2010

Proust con tortas fritas




(aclaro que en mi casa, ni mi madre ni nadie hacía -que yo recuerde- tortas fritas. Estas las hice hace dos días, la tarde del temporal en Pehuen-Có, a ojo).

En Pehuen Có, de nuevo, y leyendo a Proust.

19 de enero de 2010

Rêveries frente al mar



Tan azul como el mar  que veía en las fotos de las revistas de modas extranjeras, cuando era chica, o en los folletos turísticos de lugares distantes, exóticos, y - por descontado- mucho más fascinantes, o el mar que veía en mis fantasías adolescentes, cuando soñaba estar muy muy lejos, y muy muy en otras cosas.

Tan azul como el mar que vi en lejanas y míticas playas y puertos (bueno, en algunos casos sí, azul así; en otros, digamos la cruda y barrosa verdad, no tanto).

Tan azul,
tan soleado,
tan encantador
(si es que uno sigue insistiendo en querer mirarlo así, a pesar de las toneladas de mierda que a diario se depositan en el estuario, y las toneladas de plomo, cobre y zinc del polo que han vuelto mortales estas aguas para los peces y sus pescadores),
y tan a mano.



La foto fue tomada en el muelle del Club de Pesca de Cerri el domingo 17 de enero pasado.
Al fondo, en la línea del horizonte las resplandecientes construcciones de Bahía Blanca, brillando con el sol del atardecer.

¡Marina, tenes razón!

14 de enero de 2010

Uvas verdes





Además de tomar cerveza, en verano, con el tío Abramo, debajo de su parra, nos comíamos las primeras uvas, apenas negras, ácidas, escalofriantes.

Ahora ya casi no quedan parrales en los patios, porque quedan pocos patios (en el centro), porque las hojas de las parras se caen todas al suelo en el otoño, y porque ya nadie considera seriamente  la posibilidad de juntar las uvas y hacer en casa unos cuantos litros de vino.
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10 de enero de 2010

Vigilia

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La habitación está en penumbras. Sentada junto a la barra metálica de la cama donde mi padre, con los brazos flexionados sobre su (ahora) escueto pecho, cruza sus piernas larguísimas y delgadas una y otra vez sobre sus rodillas, me viene a la mente, entre muchos otros contradictorios pensamientos, este pasaje de Cristo se detuvo en Eboli:

La muerte estaba allí, sentía el dolor y la humillación de mi impotencia. ¿Por qué, entonces, empezaba a sentir una paz tan inmensa? Me parecía estar desprendido de todas las cosas, de todos los lugares, alejado absolutamente de cualquier determinación, perdido fuera del tiempo, en una infinita distancia. Me sentía oculto, ignorado  por los hombres, escondido como un brote bajo la corteza de un árbol: tendía mis oidos a la noche y me parecía haber entrado, de repente, en el corazón mismo del mundo. Había en mí una felicidad profunda, nunca antes sentida, que me colmaba, y la fluida corriente de una plenitud inmensa.


La traducción es mía a partir de CARLO LEVI, Cristo si è fermato a Eboli, Einaudi, Torino, 1979 [1945], p. 198-199.

4 de enero de 2010

Wuthering Heights



"Catherine y Heathcliff" de la serie "Cumbres Borrascosas" 1920

Desaforado inicio de las vacaciones con desaforada lectura, durante estas dos calurosísimas tardes pasadas, de una desaforada novela victoriana que me había quedado pendiente cuando empezaba a pasarse la edad en que devoraba con sinceridad libros como este.

2 de enero de 2010

Puerta con llamador (Ianua)

La primera entrada de 2010, con una puerta: Ianua, en latín,  puerta, y Ianus, también dios bifronte de salidas y entradas, y que le da nombre al primer mes, el que abre January, Janvier, Gennaio, Enero.




Casi no se ve (como sucede con muchas de las puertas con llamador que hay en el barrio), en este caso porque quedó oculta entre los ladrillos sin revocar, las plantas que siguen proliferando desde hace cien años en ese jardín, y los ladrillos huecos con los que rellenaron el viejo alero de chapa sostenido por columnitas de hierro labrado, que veía, hasta el año pasado, cada vez que pasaba por ahí cuando iba a ver a mi papá.

A pesar de los timbres, porteros electricos, y campanillas electrónicas, todavía hay aldabas y llamadores de bronce en muchas puertas.

Preguntarse si funcionan todavía es ocioso: no necesitan electricidad ni ningún otro dispositivo para cumplir su cometido, y la altura de las paredes, la amplitud de los ambientes y la pinotea del suelo aseguran una resonancia inconfundible.

La pregunta en todo caso, es: los actuales moradores de esas casas ¿tendrán el oido lo suficientemente agudo como para escucharlos y responder a esos llamados?