Si uno está a las corridas, no se acuerda en qué día vive, o no presta atención puede llegar a pasar por sobre ellas sin verlas, casi invisibles en su pequeñez en el denso colchón de hojas verde oscuro que rodea a otras plantas de gran porte como el jazminero, el potus o la glicina. (Acá en mi casa, no tuvieron tanta suerte: acabo de descubrir hoy que, ahogadas por la enorme mata de los malvones-pensamiento, no queda ninguna).
Un perfume potente, sin embargo, las protege.