30 de marzo de 2013

Hace muchos años que perdí a mi viejo, muchos más que los dos que se cumplen el próximo 23 de abril.

Ayer fui a saludar a Mario, quien -tal vez por una cuestión de edad, de estilo, de "crianza" hubiera dicho mi madre-  se le parece mucho. (Digo esto porque evidentemente esa semejanza además del genuino afecto que siento por este hombre genera en mí, a la vez, la misma disponibilidad para la escucha y los mismos reparos que me inspiraba mi viejo)
Conversábamos con él y con su hija de temas varios, de algún modo le cuento (sin detalles, naturalmente) cómo a veces el exceso de cortesía y precaución me había conducido a una situación que ahora me hacía sentir incómoda, una situación insoportable que no podía resolver más que diciendo y preguntando -de un modo que habría de resultar inesperado, abrupto-, un par de cosas que ahora veo claramente.

"Es como decía San Martín, dijo Mario, serás lo que debas ser o no serás nada". Lo miré y me quedé en silencio. La hija de él, también. No me gustan las frases hechas, ni los viejos que adoptan actitud de sabios citando frases o máximas;  y no entendía, en concreto, qué era lo que me estaba queriendo decir.
"o sea, dice, si uno no actúa de acuerdo a lo que es, a lo que piensa, en definitiva uno termina no siendo nada". Algo así fue lo que me dijo.

Volví a sentir algo que hacía mucho, mucho  tiempo que no sentía.

29 de marzo de 2013

Preguntas atrasadas

Desde hace algunos años, tengo un par de preguntas  sin respuestas.
En primer lugar, nunca las formulé en voz alta, y de manera directa.
Cuando debería haberlo hecho, una sucesión de desgracias y de preocupaciones verdaderamente importantes las desplazaron a un remoto rincón de mi memoria.
Luego, las olvidé por largo tiempo.

Ahora me acucian.

¿Qué hago? ¿Tiene sentido preguntar ahora algo que tendría que haber preguntado y en todo caso, resuelto con alguna iniciativa personal mucho antes?


23 de marzo de 2013

Entre Nos



Santiago fue más tarde el amigo intimo de Sarmiento, el que con él viajó por los Estados Unidos; en una palabra, el hombre mas amable, mas interesante, mas alegre de la tierra (tanto que se casó dos veces)...
Cuando llegué a esta frase en la tercera página, ya no pude dejarlo.

En realidad estoy leyendo Politicas linguísticas e inmigración: el caso argentino, de Angela Di Tullio (Eudeba, 2011) y cuando cita un par de pasajes de Entre-Nos, de Lucio V. Mansilla, me viene a la mente la vaga sensación de que en algún lugar lo tengo, que es el titulo de uno de esos libros con los que jugaba cuando era chica entre las nubes de pluma de ganso que salían por las costuras de los sillones de mi abuelo, que si lo busco seguro que lo encuentro.

Helo aquí:  uno de los diez minúsculos volúmenes de la Colección Miniatura Jackson de Clásicos Argentinos" (1958), una colección que venía -parece- con su propia repisita de madera en la que estuvieron desde que yo recuerdo, primero en la casa de mi abuelo y luego en el galpón, y cuyos libros eran de esos hechos para otro uso diferente que la lectura (utilidad lúdico-decorativa que en este caso ha quedado a lo largo de los años perfectamente cumplida).

No solamente encontré lo que buscaba, - la anécdota de Rosas que al leer en voz alta diferencia la pronunciación de las z, s, y c, y las de la b y v; las menciones a muchas palabra que "no figuran en la Academia", y una cantidad de palabras familiares, coloquiales como mamotreto, facha, papando moscas, zonzo).

Encontré también un libro lleno de COMIDA: La mesa de mi padre no era servida por ningún artista culinario pero se comían en ella cosas criollas muy buenas, aunque protesten los sibaritas refinados, aficionados a la haute cuisine... ¿O no son cosas buenas la carne gorda, bien asada, la carbonada, el locro, los porotos (¿y qué me dicen ustedes de las lentejas que es la sustancia vegetal más alimenticia?), los garbanzos, el dulce de leche inventado en América por los jesuitas, los pastelitos fritos de hojaldre, de carne o con azucar, y la carne con cuero?  120-121.

- Voy a hacer que te traigan un platito de arroz con leche (le dice Rosas, que desde hace varias horas le lee un texto suyo a Mansilla y le pide consejos sobre gramática y léxico)
El arroz con leche era famoso en Palermo y aunque no lo hubiera sido mi apetito lo era y empecé a sentir esa sensación de agua en la boca, ante el prospecto que se me presentaba de un platito que debía ser un platazo, según el estilo criollo y de la casa. ... Un momento después Manuelita misma se presentó con un enorme plato sopero de arroz con leche, me lo puso por delante y se fue. Me lo comí de un sorbo. Me sirvieron otro, y otro, y otro... Me había hinchado; ya tenía la consabida cavidad solevantada y tirante como parche de una caja de guerra templada; pero no hubo más: siguieron los platos... 174-175

Abríamos las alacenas que eran dos, las abríamos de par en par, destapábamos las orzas más monumentales, nos arremangábamos y a guisa de cucharón empleábamos los diez mandamientos, metiéndolos hasta el codo en la líquida y rubia almíbar, y sacábamos con la diestra una batata, con la siniestra un tomate (qué rico es el dulce de tomate ¿no?) que devorábamos con una gazuza pantagruélica, embadurnándonos hasta las narices  358.

Asado, pastelitos, dulce de leche, dulce de batata, arroz con leche. Todo esto nos preparaban mis padres cuando era chica. Lo más propio. Como muchas de esas palabras que ellos también usaban con toda naturalidad, pero que nosotros ahora, ya no.
Entre nos era una expresión con la que muchas veces mi vieja introducía alguna confidencia, o algún comentario de esos que en definitiva solo nosotras íbamos a poder comprender bien.
Ese nos era el plural, no de su familia de origen (italiana llegada a fines de los años 20), sino de quienes sentían como propio ese uso del pronombre, ese dulce de leche, ese "mamotreto" o "galpón". ¿Y cómo es que una hija de italianos siente más propio el asado, el dulce de batata o el arroz con leche que cualquiera de las recetas que se supone deberían haber preparado sus padres con nostalgia: lo smacafam, lo strudel, gli strangolapreti?

En la casa de mis abuelos italianos había solamente dos o tres libros de ellos: la Filotea (una especie de devocionario) y un diccionario de la lengua castellana (ed. 1928), pero ningún libro en italiano.
En la considerable biblioteca que estamos desarmando de la casa de mis padres hay muchos libros de lectura de escuela primaria, y mucha, mucha literatura argentina.

Este cabe, como puede observarse, en la palma di mano.

20 de marzo de 2013

Posibilidad

Hoy me compré un libro que tenía ganas de leer, y pude sentarme, durante un par de horas a leer.
Pude llevar a Nina a la pileta y caminar durante un largo rato, con Nico, por el parque.
Pude dormir un rato la siesta y me levanté lenta, con calma, tomé mate, y hasta dormité de vuelta, unos minutos sobre mi escritorio cuando me cansé de leer, en esta habitación que se llena de sol a la tarde.

Iba a borrar todos esos "pude" del párrafo anterior pero, como si yo fuera terapeuta de mí misma (algo aprendo de la mía que es la mejor de Bahía Blanca, sin la menor duda), me detuve.

El trabajo como indiscutido deber, el cansancio como parte de la propia naturaleza, el deber como un compromiso al que se adhiere con pasión. ¿Qué es lo que me impedía antes concederme a mi misma la posibilidad de tener este tiempo, esta calma? ¿Quizás, un cierto principio de realidad con respecto al cual recién ahora logré poner distancia?

Hay momentos todavía que me cuesta estar del todo segura de que no estoy faltando a ningún lado.

Es el tiempo de la calma. Este es el tiempo de la fortaleza.
Sólo es cuestión de volver a encontrar todo eso que, con tantas cosas que pasaron en estos años, fue quedando pendiente.



17 de marzo de 2013

Un fragmento de El Gualeguay, de Juan L. Ortiz, en recuerdo de Elisa, mi madre

Hace diez años hicimos con Nico un video muy hermoso, en el que varias personas van leyendo estos versos de Juan L. Ortiz. Lo habíamos perdido, hasta ayer a la tarde, que Alvaro lo encontró entre sus viejos VHSs.  También Elisa, mi madre, aparece ahí, leyendo, estos versos llenos de vitalidad y de esperanza.

Este hallazgo fortuito, justo, hoy, que se cumplen -en la misma fecha- el aniversario de su nacimiento y el de su muerte.


Pero cuándo se detenía él?
No era siempre él, también, la propia música naciendo,
muy delante de sí, siempre, en una gama sin fin, como la vida,
o como eso, acaso, que se abría más allá,
o de donde él venía?
Y no discurría, él, además, en el seno de la melodía sin medida
él, que improvisaba libremente, o mejor, él
en la linea sin límites de un espíritu de latidos y de ciclos,
hecho todo de "élan",
en la aventura de los rumbos, inventando siempre pétalos
para una rosa que crecía y crecía
desde la raíz del ritmo?