19 de agosto de 2013

Patchwork

Como Elisa, mi madre, nunca tiraba los retazos que sobraban cuando cosía, ni tampoco las prendas viejas, un día decidió hacer algo con toda esa montaña de tiras de telas:


Podría contar la historia de cada uno de esos retazos: qué pollera, qué vestido, qué blusa fue, de qué época... por lo que veo llega hasta mediados de los ochenta, esta colección.

Un tiempo después lo vimos aparecer sobre su cama, transformado en acolchado. Alguna vez que dormí la siesta en casa de ella he intentado usarlo, pero me resultaba siempre, inexplicablemente pesado, incómodo, y demasiado caluroso.

Estuvo ahí sobre la cama de ella, hasta el final. Cuando decidíamos con mi hermana qué hacíamos con con las cosas de su habitación, yo lo quise para mí. Pero cada vez que lo agarraba para traerlo a mi casa, volvía a dejarlo, para otro día.

Hoy finalmente me lo traje. Lo primero que hice fue abrirle la costura (la última, la externa), y he aquí que, dentro de la manta patchwork no había ningún relleno: lo que asomó fue el acolchado que usaron mis padres en su cama durante los primeros años de casados: ese era el material que se apelotonaba, ese era el nylon que acaloraba, la razón por la que la pesaba, tanto.

Mañana voy a comprar un una guata ligera, ligera, y usarla.

Cada uno carga con el peso que puede soportar sobre su cuerpo, y su alma.