24 de febrero de 2014

La canción de los prisioneros trentinos en Rusia




Saber más sobre la historia de los soldados trentinos prisioneros en Rusia durante la primera guerra mundial fue una de las varias motivaciones de mi viaje (mi abuelo Camilo fue uno de ellos). Mis expectativas comenzaron a verse satisfechas casi de inmediato: al día siguiente de haber llegado conseguí varios libros en la biblioteca de Ponte Arche (Italianski de Francescotti, por ejemplo), y tuve el tiempo y la calma para leerlos; el martes me compré el maravilloso libro de Quinto Antonelli, I dimenticati della Grande Guerra, la memoria dei combattenti trentini (2008); el miércoles visité a los amigos de mi primo Luigi, Erna Giordani y Franco Dalponte en su casa en Dasindo, donde no solamente pude registrar buena parte de los libros de su enorme biblioteca referida específicamente a este tema, sino que además tuve una larga conversacion en particular sobre el viaje que hicieron hace dos años recorriendo los cementerios de guerra en Galizia (precisamente el frente en el que estos soldados -mi abuelo y su hermano incluidos- se entregaron como prisioneros de guerra a los rusos); y el viernes recibí otro preciado regalo, Renato Paoli, Giudicariesi in Russia 1914-1920, un libro-album con fotos, documentos y textos, y la dirección de mail del susodicho profesor Paoli para ir a entrevistarlo un par de días después. ¿Qué más podía pedir?

Y sin embargo, una coincidencia increible sucedió el sabado por la noche. Me habían invitado a cenar los amigos del  Coro Genzianella a su sede en Roncogno, cerca de Pergine. Habíamos terminado de cenar, ellos cantaban mientras yo conversaba con Vera Rossi: y en el preciso momento en que le estoy comentando que me intereso por la historia de los prisioneros trentinos en Rusia, ellos comienzan a cantar. Me estremezco, aguzo el oido para seguir la letra, quedo paralizada mientras me caen algunas lágrimas, no lo puedo creer, una melodía dolorosa que no tiene nada que ver con las canciones de montaña "típicas" que conozco; entonces, ella se pone de pie y dice: "acaba de suceder algo mágico", y les cuenta. Le pido entonces a Andrea Fuoli, el maestro, si pueden cantarla de nuevo. Hela aquí, la canción:






Siam prigionieri,
siam prigionieri di guèra
siam su l'ingrata tèra
siam su l'ngrato suolo Siberian. 

Ma quando, ma quando
la pace si farà. 

Chiusi in baraca

sul duro lèto di legno,
fuori tompèsta di fredo,

fuori tompèsta di fredo,
e noi cantiamo ancor.


Ma quando, ma quando
la pace si farà


Siam prigionieri 

siam prigionieri di guèra
tuti senza ghevèra, 

tuti senza ghevèra, 
nel suolo Siberian.

Ma quando, ma quando
la pace si farà


ritorneremo contenti,
dove la mamma sta.   


Siam prigionieri di guèra  
  

En italiano :

20 de febrero de 2014

Revelado y copia



La cuestion de las fotos.

En este último viaje saqué cientos de ellas. Me encanta mirarlas, y mirarlas, una y otra vez, y mostrárselas a todo el mundo. No puedo ni imaginarme viajar y no sacar muchas, muchísimas fotos. Con frecuencia me gusta también volver a mirar las fotos tomadas en viajes anteriores. Y sin embargo a veces intuyo que algunas fotos me roban los recuerdos. Se interponen en mi mente: paso a recordar la foto en vez de recordar lo que viví.

Miro una foto en la que soy yo quien posa, y ya no puedo volver a ver a quien me está fotografiando, ni  lo que estaba delante de mis ojos ni lo que me rodeaba en ese instante: solamente me veo a mí misma, como desde afuera, como si ese "yo" que veo ahora en la imagen hubiera sido parte del paisaje que trato de recordar al mirar la foto, y tengo que hacer un esfuerzo enorme para volver con mi mente al punto de vista, no de quien me enfoca con la cámara (que es lo unico que yo puedo volver a ver ahora), sino del mio en el momento en que era tomada la fotografía.

Es como si, para recordar y revivir de algun modo el viaje, tuviera que revisar dos categorías completamente diferentes y ajenas entre sí, de imágenes: las imágenes de las fotografías (que me encantan, pero que por estrictas razones ligadas a la historia familiar ya no le interesan a nadie más que a mí), y las imágenes que surgen, van y vienen en mi mente y que, si algun estímulo externo necesitan para presentarse, no es precisamente una fotografía.

Algunos de los mejores momentos de este viaje -sabiendo que el horrible riesgo es olvidarlos- quedaron -volente- sin registro: In taberna quando sumus y O Fortuna en Roncogno, por ejemplo. (Igual, hay momentos en que me arrepiento profundamente de no haberlos grabado, filmado, fotografiado cantando.)

El proceso de "revelado" en la memoria va por otro lado, y no tiene casi nada que ver con las imágenes de las fotos, ya lo sé (Proust).

En cambio, algunas sí-como esta que publico aquí-, pero no por lo que muestra la imagen (una imagen opaca, "cualquiera"), sino porque el recuerdo preciado es la alegría de que sentí por lo que pasó inmediatamente después de haberla tomado.

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Ayer Marta me hizo recordar que en La cámara lúcida de Roland Barthes había algunas reflexiones interesantes sobre esto:


"Veo los ojos que han visto al emperador". A veces hablo de ese asombro, pero como nadie parece compartirlo ni tan sólo comprenderlo (la vida está hecha así, a base de pequeñas soledades), estoy a punto de olvidarlo. p.29

La fotografía es el advenimiento de yo mismo como otro: una disociación ladina de la conciencia de la identidad: ante el objetivo soy a la vez: aquel que creo ser, aquel que quisiera que crean, aquel que el fotografo cree que soy. Imaginariamente la fotorafia reprsenta ese momento tan sutil en que no soy ni sujeto ni objeto  sino mas bien un ujeto que se siente devenir objeto: vivo una microexperiencia de la muerte, del parentesis, me conviert en espectro. p.46

Tengo ganas de vivir alli, con tenuidad, y esta tenuidad jamas la foto de turimo puede satisfacerla. Para mí, las fotografías de paisajes (urbanos o campesinos) deben er habitables, y no visitables. Este deseo de habitacion... es fantasmático, deriva de una especie de videncia que parece impulsarme hacia adelante, hacia un tiempo utópico, o volverme hacia atrás. (Baudelaire: Invitation au voyage y Vie anterieure). Ante esos paisajes predilectos, todo sucede como si yo estuviese seguro de haber estado en ellos o de tener que ir. La esencia del paisaje elegido por el deseo: heimlich, despertando en mi la Madre. p. 84.

La historia es histérica: sólo se constituye si se la mira y para mirarla es necesario estar excluida de ella. En tanto que alma viviente, soy propiamente lo contrario de la Hitoria, lo que la desmiente en provecho únicamente de mi historia. p. 118

Cada foto es una Ariadna... porque me dice de qué está hecho el hilo que me atrae hacia la foto. Interrogar la fotografía en relación con lo que llamaríamos románticamente el amor y la muerte. Hay fotos que no pueden mostrarse, ya que para los demas solo sería una foto indistinta, una de las mil manifestaciones de "lo cualquiera": esa foto existe para mí sola. p.131

En italiano

7 de febrero de 2014

Nieva en el país de los elfos

Nieva. Todo se cubre de una densa oscuridad. No brillan las estrellas como en otros tiempos, cuando podía verlas, sobre mí, recostada, a través de la límpida ventana de la mansarda. No hay viento, pero sí una inquietud sorda. Se presiente -ya se sabe - que cuando amanezca nada va a ser como antes.

2 de febrero de 2014

Compañía

Como si hubiera llegado con una nave cargada de fantasmas. Como si con ellos recorriera este pueblo, Poia, y contemplara, estas, sus calles, sus casas, sus prados cubiertos de nieve como entonces. Ya nadie los recuerda, ni siquiera tienen claro que hayan nacido acá (en este pueblo) alguna vez, que hayan vivido, y alguna vez, partido. Como si toda esa gente se hubiera desvanecido en el aire. Llegaría en seguida a la misma cantidad de personas que actualmente lo pueblan, si sumara los hijos y nietos de cada uno de los que se fueron y que viven actualmente en Bahía Blanca, Mendoza, en Mar del Plata o en Usuahia.

No están en la tierra las raíces.