31 de enero de 2015

Todo fue tal como Pedro dijo que iba a ser: lo que tenía, que el día que lo agarre el medico ya no lo iba a dejar ir, los hermanos, el velorio, la casa, las cuñadas, nosotros.

Mal de duelo. Cuando uno vuelve del cementerio, descansa un rato y  trata de seguir porque piensa con razon que la vida tiene que seguir, que gracias a la vida por haber disfrutado a esa persona, pero no se puede dormir, un dolor punzante en el pecho, una inquietud, una melancolía.

Tambien en esto la vida me dio segunda chance: el vinculo con Pedro fue muy parecido al que tuve con el tio Abramo. Muy pocas personas pueden entender esto.

La cantidad de mensajes de pésame es increible, apabullante.

Donatella también tiene cancer, metastasis en el pulmón.

Como Ungaretti solo quiero estar junto al hogar mirando las volutas de humo en la chimenea.


29 de enero de 2015

"Me parece que se acabó Archivo Caballero", me dijo Pedro ayer cuando nos despedíamos en su casa. Hoy lo operaron de un tumor en el intestino, y está débil, muy muy débil, vienen 48 horas críticas, segun me contaron, durante la operación tuvieron que hacer varias maniobras para mantenerlo, habrá que ver como/si se repone.

Es su ley. El precio que paga por la libertad con la que eligió (dentro de lo que pudo) vivir todo este tiempo. El

Un dolor que está ahi, punzandome.

28 de enero de 2015

La fata dai capelli turchini.
Nina se empezó a poner inquieta hoy cuando estábamos llegando al último capítulo de Pinocchio: y lloró desconsoladamente al final porque el hada (la fata dai capelli turchini) no aparece ni se convierte literalmente en la mamá de Pinocchio. Le decía yo que ella estaba en el sueño, que había sido ella la que cambió la cabaña por la casa bonita, al viejo Gepetto enfermo por Gepetto sano y enérgico, la que había puesto cuarenta monedas de oro en el bolsillo de la ropa nueva y la que convirtió al muñeco de madera en un chico de verdad. Pero no tenía consuelo: no importaba qué le había dado el hada, Nina sólo quería que ella estuviera ahí, presente. Después se le pasó.

Pedro Caballero anda con problemas de salud, según un estudio que fuimos a buscar hoy tiene algun mal funcionamiento en el colon, llora, dice que quiere que lo internen, que se quiere suicidar. Fuimos a la casa, hoy a la tarde. Lo encontramos en su pieza, demacrado, delgadísimo.
- ¿Querés unas naranjas, Pedro?
Fui a la cooperativa y le compré naranjas,  bananas, pan de salvado, yogurt, gatorade.
-¿Tenés un vaso a mano, Pedro? Tomá un trago de esto, y otro y otro, le digo. (y así se tomó toda la botella)
- El pan podés mojarlo en el té, si te parece, lástima que no me di cuenta de traerte un poco de dulce.
El va hacia el fondo de su pieza, saca un frasco y dice: aca tengo un poco de mermelada. Bueno, le digo, por ahi con una cucharita o un cuchillo, puede resultarte bueno, comer esto.
- Si, si, voy a comer esto, esta noche, la banana, la naranja, el yogurt. Y no te asustes Pedro, que esto tal vez se soluciona con dieta, o con algun remedio que te van dar mañana. Me  escucha incredulo lo que tampoco yo creo demasiado.
Se da vuelta y me dice
- mirá las fotos.
Y nos empieza a mostrar, por enésima vez varias de las fotos que tienen pegadas en las paredes de su pieza.

Y yo también armé mi Rostra, acá en mi escritorio: en un portaretratos chiquito, mami, el abuelo y yo, tocándole la mejilla, 1967 tal vez. En un marco muy antiguo pero del tamaño justo, papi con ali y yo frente al mar y a un barco enorme que pasa, en white, debe ser 1979. Me queda un portaretrato chiquito, chiquito, voy a ver qué pongo ahí.

26 de enero de 2015

"Cuando la escasez llega, hasta el diablo sale de su cueva", memorable sentencia  oída recién en el capitulo de hoy de la novela turca. El problema no es la novela en si, sino la razón por la que una cosa así llega a ser la novela del horario central: padres que controlan y disciplinan hasta el ultimo detalle la vida de sus hijos, mujeres sumisas, cariñosas, obedientes, pretendientes celosos que dicen: para qué le vamos a preguntar a ella?. En un primer momento uno siente que la novela que viene luego es una ráfaga de progresismo, de libertad... mmmm... : chicas cocoritas con sus tetas bien montadas, labios carnosos como chinculines, ropa colorida, cabellos bien teñidos, un hermano mayor que impone su ley, un ex marido padre y amante que ordena a los gritos todo el circo a su alrededor, embarazos fingidos para tenerlo "atrapado"  al galan... pero bueno, santos viejos no hacen más milagros: mis amigas en facebook publican en este mismo minuto: que onur se derrita por mí, yo quiero que onur me mire así (y boludeces así, y eso que el tipo es pelado y turco).

Un pijama de tela de conejitos hecho durante esta tarde mientras duró la lluvia.
La máquina de coser.
Los retazos de la tela.
El photoshop que les hice a las fotos que escaneamos ayer y que vamos a imprimir para completar nuestos álbumes.
Vidas bien vividas, con todo lo que tuvieron de doloroso y bueno, como todas.
Alvaro también lloraba hoy cuando le dí el paquete con las fotos de él.





25 de enero de 2015

Quedaban todavía en la casa de nuestros padres las fotos de la familia, todas ordenadas pegadas prolijamente en varios álbumes, desde 1965 hasta 2009, más o menos: nacimientos, bautismos, cumpleaños, paseos por el parque, salidas, juegos, inicios de ciclos escolares, fotos en la playa, en el jardín de casa, en el comedor, la mayor parte. Las fuimos repartiendo, entre nosotras.
Ya se sabe que todos posan para las fotos, sonríen, se aproximan para salir juntos. Pero hay muchas fotos sonrientes, y juntos.
Muchas de esas escenas las había olvidado.

23 de enero de 2015

Por fin me puse a hacer lo que tenía ganas de hacer: la historia de los trentinos en Ascasubi: Vigilio, Amelia, tengo que encontrar la clave de todo ese asunto. Material no me falta.
Revisando fotos encuentro las postales que mi abuelo Camilo le mandaba a su hijo y a mi abuela de su (¡¡¡su!!!) viaje a Copahue en el año 1944.
 
En una sala de espera, hoy a la tarde, estoy sola: hay una cámara de seguridad, y un televisor prendido, con el volumen altísimo y un programa espantoso. Me pongo impaciente empiezo a caminar por la habitación, me empiezo a poner furiosa, finalmente apago el televisor y me siento, un poco mas calma. Una de las mujeres de limpieza pasa y lo enciende; yo me levanto y lo apago de nuevo. Al rato sube una mujer (bien vestida, con aire de importancia), pregunta
- ¿algun problema? que pasó con el televisor? se apagó?
- Yo lo apagué, señora, le dije, disculpemé, pero hace media hora  que estoy esperando, acá sola, y no tengo por qué esperar escuchando un programa muy desagradable que me estaba poniendo nerviosa.
- Pero la doctora está muy ocupada con otro paciente, son situaciones...
- Señora, apenas termine mi espera yo misma lo prendo el televisor, le dije.
Pero enseguida llegó quien me tenía que hacer la ecografía. Cuando salí, naturalmente, a todo volumen un ignoto conductor vivaba a alguien a quien -de atrás- le iban bajando de a poco una pollerita.

Y en cambio (aunque en rigor sigamos hablando de lo mismo), a la noche la escena de mayor voltaje erótico de la jornada: primer plano de Onur que mira fijo a Scherezade, plano de schrezade, que no le dice nada, los dos rostros de frente, muy cerca el uno del otro, él le toma apenas la mano, ella lo mira, esboza apenas una sonrisa. (espero ansiosa la reseña de marina sobre esta novela).

 Y sí, tan básico, tan literal como esto: este verano otoñal estaba empezando a ponerme melancólica, me falta todavía una dosis importante de sol en la piel, para poder seguir. Hoy con el calor sentí que reviví de nuevo.

22 de enero de 2015

Acabo de ver la foto de un conocido abogado, ciego, tomando la manita de su nieta recién nacida que está en la incubadora: todavía tengo lágrimas en mis ojos.

(Pero uno en el fondo siempre es como las mujeres en los funerales de Patroclo: llora por los demás y llora también por lo suyo propio).

Por qué la melancolía este verano: no recordábamos un verano tan lluvioso e inestable en años, y me estan faltando tardes al sol, y caminatas, y calor en el cuerpo para reponerme.


21 de enero de 2015

Una vuelta en bicleta a la tarde, tarde: la tarde era hermosa pero la ciudad tenía un aire funesto.

Cuatro almohadas nuevas. Y una lámpara de pie, para mi escritorio. Ahora veo.

20 de enero de 2015

Hoy empezamos con Pinocchio, le voy traduciendo a Nina directamente del libro que me regaló Luigi hace como veinticinco años.

"Ojazos de madera, ¿por qué me miran?"

A veces me parece un regalo increíble de la vida  que tantas cosas buenas tengas una segunda vuelta.



19 de enero de 2015

Un diluvio.

17 de enero de 2015

“Escribir es otra manera bastante privilegiada de estar con uno mismo" Arnaldo Calveyra

Cada día doy caminando diez vueltas alrededor de la plaza, unos tres kilómetros más o menos. De cada grupo de personas junto al que paso al menos diez veces, escucho cada vez, unas pocas palabras o frases: dos chicas despellejan sin la menor ternura a los padres de los bebés que tienen una en el cochecito la otra en la panza; el vecino solterón de la vereda de enfrente habla con su joven y apuesto abogado -que se sienta con las piernas cruzadas en el borde blanco del cantero- sobre la posibilidad de vender una propiedad; una familia de personas todas muy voluminosas discute (durante al menos tres vueltas) quién se comió las tortas fritas; los taxistas se rien con brutales carcajadas de las anécdotas que uno de ellos -el más alto, mas gordo, de pelo más largo, canoso, ondulado y mojado, que acaba de estacionar su vehículo último modelo- cuenta desaforado; una señora le trae comida al perro de la plaza y cuenta que vino el veterinario a verlo, que lo revisó, le puso una inyección y que cobró cuatrocientos pesos, que a la noche va a dormir (ahi no alcancé a escuchar dónde).

Generalmente disfruto esto como un rato de calesita. Pero hoy, no sé por qué, sentí que todo era particularmente violento, una violencia capilar, microscópica, en los movimientos, en los volúmenes de los cuerpos, en las inflexiones de las voces, en el estruendo de las risas, en los dos árboles centenarios brutalmente mochados, en los agujeros que dejaron en la vereda las máquinas que usaron para cortarlos.

Hoy hable con Mis parientes de Italia y con mi prima Julieta, me gusto

16 de enero de 2015

Una tarta de pescadilla con forma de pescado (muy graciosa).
Una ensalada de frutas con yogur y ciruelas, durazno y banana.
Una hamburguesa de pollo que había quedado del mediodía.

Una ciudad de bárbaros.

Limpieza. Hoy despejamos la resaca de la primera infancia de Nina.
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15 de enero de 2015

Empezamos a caminar por el campo, el sol quema, el pasto está demasiado alto y tupido, "mejor volvamos", dice Alicia. "por el potrero", dice Antonio. Pero Ali dice: "por el borde del canal es más seguro, puede llegar a haber algunos de esos que se arrastran" (y dice así para que a Nina que estaba ahí no más, no le de miedo). Un segundo de silencio y Nina grita, despavorida: "¡serpiente!" la miramos sin creerle. Ella, en cuclillas, con los ojos cerrados, grita otra vez "¡serpiente!" Me acerco pocos pasos y ahí estaba, en una hondonada del borde de la acequia, ella, enroscada, con su lengua vibrante, su piel bellísima color beige y negro.  (Mientras volvíamos a casa corriendo - es una manera de decir: en un potrero en pleno verano no es algo que pueda hacerse tan fácilmente- pensaba: ay podría haberle sacado una foto.)

Apoderarse de una casa que durante casi cuatro años estuvo prácticamente intacta, habitada por todo lo que durante casi cuarenta años fue quedando ahí como relicto. Una cantidad de bolsas llenas de ropa: zapatos inmemoriales, chinelas, medias y cancanes cortados en tiritas, pulóveres (los que están hechos con lana hilada a mano en casa, esos no tuvimos corazón para tirarlos), gorros pasamontaña, guantes de trabajo, gorros con visera, pantalones de jean, camisas (que al medirlas sobre mi propio cuerpo son increbilemente pequeñas, como si mi madre hubiera sido, en realidad, mucho, mucho mas menuda de lo que la recuerdo). Y otras bolsas con papeles, almanaques y calendarios, anotaciones, instrucciones, ayudamemorias (que si hubiera tenido algun tipo de ineres uno podría haber reconstruido minuciosamente todo el proceso de cria, vacunaciones, recuento, pesaje, venta; y también de siembra, riego, mantenimiento de alambrados). Llegamos finalmente, al corazón doloroso de la historia de la familia. Tal vez por eso nos llevó  cuatro años mirar de frente todo eso.

No es tiempo de verdura, todavía. Solamente unas ciruelas minúsculas, muy dulces, cosechadas del arbol que nos cubre del contundente sol del mediodía mientras lo esperamos a Rubén, deliciosas.

Y la ciudad salvaje, que se destruye a sí misma, talando y demoliendo lo mejor que tiene.


14 de enero de 2015

Como un exceso de voluntad de estar siempre ahí, así. Como los dedos que llevaba recién mientras caminaba, apretando con tanta tanta fuerza el puño de mi campera de algodón. Aflojarlos me dio trabajo, relajarlos, darme cuenta de que no era necesario en absoluto llevarlos así.
 
Estoy feliz porque en cinco días de vacaciones leí tres libros:
- Memorias de la piedra. Ensayos en tono a lugares de detención y masacre, Bs As, 2011. (que recibí como un regalo, apreciadísimo)
- Orden y progresismo. Los años kirchneristas, de Martín Rodríguez, Bs. As, 2014.
- Náufrago voluntario, de Alain Bombard, Barcelona, 1956 (que me prestó Mario y que devoré, en rigor en una única tarde, el último día de playa: todavía me arde la sal y siento gusto a pescado en la boca).

Hacía mucho que no lograba concentrarme y leer así, de un modo no fragmentado.

El viento sur no afloja.




13 de enero de 2015

Me saque un peso de encima, creo. El peso estaba en mi cabeza, claro.

Cabeza que me duele, claro.

De una cosa me daba cuenta hace un rato:  salvo uno o dos, los poetas ya no escriben  o por lo menos ya no leen o no publican. Quién lo hubiera dicho, hace unos años.





12 de enero de 2015

Árbol

Insisten en cortar los árboles de la plaza: anoche cuando volví de la playa encontré talado uno de los pinos más añosos, altos y frondosos, el árbol de la casita secreta, el árbol a cuya sombra los taxistas se sientan a tomar mate y los enamorados a abrazarse, donde los borrachos dejan sus cartones de vino vacías y los pájaros de la tarde desaparecen después de cada vuelo en bandada.

Quiero ir a la plaza ahora a hacer mi caminata diaria, pero no me animo: la intemperie me desasosiega.



8 de enero de 2015

La belleza de un lugar no tiene tanto que ver con lo que es en si mismo, sino mas bien con la luz que lo alumbra.

5 de enero de 2015

No me gusta jugar a las escondidas en parques o patios con muchos árboles o arbustos al atardecer: la penumbra que me desconcierta, el no ver a quién me ve, oir los gritos y las exclamaciones triunfantes de quienes van saliendo y los pasos de los que corren, el permanecer todavía escondida para que no me encuentren con la sensación -sin embargo- de que ya el juego ya terminó y nadie se ha dado cuenta todavía de que no aparecí.

Una día en una casa en Palihue, mis compañeras del colegio, siempre sentia que si no me descubría yo misma, iba a quedarme ahi escondida, detrás de ese árbol, toda la noche.


3 de enero de 2015

Cosas que no van ni al placard ni a la basura. Sótano o galpón, una suerte de purgatorio de las cosas. ("Alan Parker" scripsit)

Ayer venía caminando cuando estoy por pasar frente a la casa de los padres de una amiga a la que quise muchisimo y con la que por esas cosas de la vida hace  dos años no nos vemos ni nos hablamos (no fui yo la que corté el trato, todavía conservo un mail increible para no olvidarme por qué es así la situación), veo a su hermana mayor barriendo la vereda. Pienso: paro, le doy un beso, le pregunto por su hermana y su familia; siento como una nostalgia, un fuerte afecto. 
Al pasar junto a ella la llamo, le digo: hola.
- Qué hacés, Fer, me dice ella.
Empecé a caminar inmediatamente de nuevo, y ya habiendola pasado un poco le digo, ya sin mirarla: no soy Fer, soy Ana, felicidades.



Turismo funerario. Fui al cementerio a una tumba que hacía rato que quería ver.

2 de enero de 2015

La vendedora de la libreria Henry esta mañana que relata -libro en mano, aunque sin leer-, dos hermosos cuentos a un desorientado tío que quiere obsequiar a su sobrino para los Reyes. (Debería haberse llevado inmediatamente a la vendedora de regalo para el nene, pero el tipo igual terminó pidiendo algun libro para colorear.)