Los sueños más banales se vuelven pesadillas cuando el dolor hace imposible mantener apoyada la cabeza sobre la almohada. No hay a dónde ir ni qué hacer con ella.
Hasta la tarde, que sale el sol.
Como si hubiera vuelto a encontrar un tesoro: retóres antiguos y semiólogos contemporaneos, libros amados de los que hubiera deseado no alejarme por tanto tiempo.
Y de pronto, la miro durante su clase de danza, Nina me sonrie me saluda y de un salto la profesora viene y me cierra la ventana en la cara. Como si yo tambien fuera una niña, a la que hay que reprender. Durante la no deseada caminata me vienen a la mente las brillantes y maravillosas frases que podría haber dicho, para demostrar qué caro puede resulatr un gesto de desaire así. Pero apaciguo como puedo el remolino de mi pequeño orgullo herido y cuando vuelvo a buscar a Nina me quedo callada.
Y sin embargo, algo
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