Una de mis ocho tatarabuelas se llamaba Bárbara Bonavida.
Hasta que no encuentre por qué llegaron esos remotos trentinos a Tandil a fines de siglo pasado, por qué hubo uno, sí, que vino a White entre 1905 y 1906 (y es el eslabon a partir del cual llegaron muchos de los que vinieron a este lugar) no me voy a poder quedar tranquila, y no voy a parar. Qué deseo me mueve.
Un silencio, una calma inusitada.
Miro fotos ajenas, por curiosidad, y encuentro una madre que, a primer golpe de vista, es igual a la mía.
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