V
Así como la fruta se deshace al gozar de ella,
así como transforma su ausencia en delicia
en una boca en la que su forma muere,
yo aspiro aquí mi propio humo,
y el cielo canta al alma ya acabada
la transformación de las orillas en sonido.
VI
Hermoso cielo, verdadero cielo, mirame cómo cambio!
Después de tanto orgullo, después de tan extraño
ocio, pero lleno de poder,
yo me abandono a ese brillante espacio,
sobre las casas de los muertos va mi sombra
que me calma con su suave andar.
La traducción es mía, a partir del texto francés de la edición bilingüe de de Paul Valery, El cementerio marino, Alianza Editorial, Madrid, 1998, p 45-46.
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