Soy bella, mortales, como un sueño de piedra
y mi pecho, donde todos en algún momento se golpearon,
está hecho para inspirar al poeta un amor
eterno y mudo como la materia.
Reino en el cielo como una esfinge incomprendida;
uno un corazón de nieve a la blancura de los cisnes;
odio el movimiento que cambia de lugar las líneas,
y jamás lloro ni jamás río.
Los poetas, ante mis gestos ampulosos
que parecen tomados de los más nobles monumentos,
consumirán sus días haciendo estudios rigurosos;
porque tengo, para fascinar a esos dóciles amantes
unos espejos puros que a todas las cosas las vuelven más bellas:
mis ojos, mis amplios ojos de claridad eterna.
La traducción de este poema, La beauté es mía, a partir del texto tomado de Charles Baudelaire, Les fleurs du mal. Edition de Claude Pichois, Gallimard, Paris, 1996.
Con el último verso me ayudó Muriel Daumal ¡merci beaucoup!