26 de agosto de 2010

Nietzsche - Philologists

3  [62] La filología, como conocimiento del mundo antiguo no puede, por supuesto, durar para siempre, su material se agota. Lo que no puede agotarse es el ajuste siempre nuevo que cada época hace con el mundo clásico, midiéndonos a nosotros mismos con él. Si la tarea del filológo fuera entender mejor su propia época a través de la antiguedad, entonces su tarea sería eterna.
Esta es la antinomia de la filología. El mundo antiguo siempre fue comprendido solamente en términos del presente  - ¿y debería el presente ahora ser entendido en términos del mundo antiguo?
Más precisamente: los hombres explicaron el mundo antiguo en términos de su propia experiencia, y en base a lo que han obtenido del mundo clásico de ese modo  han valorado y evaluado su propia experiencia. Por eso, la experiencia es, claramente un prerequisito absoluto para un clacisista. Lo que significa: un clasicista primero debe ser adulto, solo entonces va a ser creativo como clacisista. De esto se desprende que solo las personas mayores están aptas para ser clacisistas, solo si ya no era ya un clasicista en el período de su vida más rico en expriencias.
Pero en general: solo a travez del conocimiento del presente se puede adquirir la inclinación hacia la antigüedad clásica. Sin ese conocimiento, de dónde podría venir la inclinación? Si observamos qué pocos filólogos hay - aparte de los que se ganan la vida con eso- podemos apreciar como las cosas realmente se sostienen con esa inclinación hacia la antigüedad. Casi no existe, ya que no hay filólogos desinteresados.
Esta es entonces nuestra tarea: sobreponernos a la influencia de la filología. Quiere decir: reducir la profesion de los filólogos; dudar si los jóvenes deben o no conocerla. Crítica al filólogo. El valor del mundo antiguo: se hunde con ustedes. ¡Qué bajo deben haber caido, ya que tiene tan poco valor ahora!

Este texto está traducido de   "Nietzsche: Notes for  We Philologists", Arion, The Boston University Press, 1974, pp 296-297.

19 de agosto de 2010

Govoni - Las cosas que hacen el domingo

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El olor cálido del pan que se cuece en el horno.
El canto del gallo en el gallinero.
El gorgeo de los canarios en las ventanas.
El golpe de los baldes contra el pozo y el chirrido de la polea.
Las sábanas extendidas en el prado.
El sol sobre los umbrales.
El mantel nuevo en la mesa.
Los espejos en los dormitorios.
Las flores en los vasos.
El vagabundo que hace llorar su armónica.
El grito del deshollinador.
La limosna.
La nieve.
El canal helado.
El sonido de las campanas.
Las mujeres vestidas de negro.
Las que comulgan.
El sonido blanco y negro del piano.
Las monjas blancas vendadas como heridas.
Los sacerdotes negros.
Los internos grises.
El azul del cielo sereno.
Los paseos de los amantes.
Los paseos de los enfermos.
El rumor de los árboles.
Los gatos blancos contra los vidrios.
El girar de las veletas rojas.
El sacudirse de las ventanas y las puertas.
Las cáscaras de oro de los naranjos sobre el empedrado.
Los chicos que juegan en las calles a la mancha.
Las fuentes abiertas en los jardines.
Los barriletes que planean sobre las casas.
Los soldados que hacen la maniobra azul.
Los caballos que trotan sobre las piedras.
Las chicas que venden violetas.
El pavo real que despliega su cola sobre la escalera roja.
Las palomas que arrullan sobre el techo.
Los almendros florecidos en el convento.
Los oleandros rosados en los vestíbulos.
Las cortinas blancas que se agitan al viento.

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La traducción es mía. El poema se llama "Le cose che fanno la domenica", y es de Corrado Govoni, Gli aborti, © 1907, Taddei Editore.

12 de agosto de 2010

Piernas tenemos, no raíces

Lo que somos no lo llevamos en la sangre sino en la historia y en las experiencias compartidas.



No pude resistir la tentación.
Hace unos días en la última reunión del Circulo Trentino propusieron armar algún tipo de archivo online con fotografías y relatos; así que he aquí lo que empecé a armar.
Y hay algo muy bueno en esto.

Voy a seguir con mis posts Tío Abramo. Acá tienen que ver conmigo. En ese otro blog van a tener que ver con todos los parientes, amigos, compaesani, con la historia de acá, y la de allá también.

10 de agosto de 2010

Ensayo con tarta de limón


Ensayaron quienes participan (actuando, dirigiendo y produciendo) en la obra de teatro documental con Roberto Orzali. Yo ensayé con ellos una receta de tarta de limón excelente.

La masa se hace con 200 gr de harina común, 1 huevo, 70gr de manteca, 80 gr de azucar y unas  gotas de esencia de vainilla. Se pone al horno un rato hasta que se cuece.
Para hacer el relleno hay que batir 150 gr de azúcar impalpable con cuatro huevos. La primera vez lo hice así como dice la receta, esta vez usé solamente las yemas y agregué jugo de cuatro limones, y 150 gramos de crema. Siguiendo este segundo procedimiento se baten las claras a nieve, se bate la crema hasta que quede bien montada y se mezclan ambas cosas con el preparado anterior.
Se coloca sobre la masa y va todo al horno un rato más (¿20 minutos? ¿media hora?) Eso depende del horno.

Cuando se ensaya es así: nunca vuelven a salir las cosas exactamente iguales.

7 de agosto de 2010

D'Annunzio - Nocturno


...
Salimos. Masticamos la niebla.
La ciudad está llena de fanstasmas.
Los hombres caminan sin ruido, envueltos de neblina.
Los canales humean.
De los puentes no se ve más que el borde de piedra blanca en cada jardín.
Algún canto de borracho, algún griterío, algún tumulto.
Los faroles azules en la bruma.
El grito de los vigías distorsionado por la niebla.
Una ciudad de ensueño,
una ciudad más allá del mundo,
una ciudad bañada por el Leteo o por el Averno.
Los fantasmas pasan, rozan, se desvanecen.
...


...
No sé si tengo más sed de agua.
o más sed de música
o más sed de libertad.
Siento el sol detrás de los postigos.
Siento que hay un calor de marzo claro y lánguido
sobre el canal. Siento que está la marea baja.
La primavera entra en mí como un nuevo tóxico.
Tengo los riñones doloridos
en una somnolencia rota de estremecimientos y temblores.
Escucho.
El chasquido del agua en el borde de la lancha que pasa.
Los golpes sordos del oleaje contra las piedras sucias.
Los gritos ásperos de las gaviotas,
sus ruidos roncos,
sus risas estridentes,
sus pausas flotantes.
El latido de un motor marino.
El piar soso del mirlo.
El zumbido lúgubre de una mosca que se alza y se detiene.
El repiqueteo del péndulo que liga todos los intervalos.
La gota que cae en la bañera.
El gemido del remo en el escálamo.
Las voces humanas en el ferry.
El rastrillo sobre las piedras del jardín.
El llanto de un niño desconsolado.
La voz de una mujer que habla y no se entiende.
Otra voz que dice: "¿a qué hora? ¿a qué hora?".

Este poema forma parte del libro de Gabriele D'Annunzio, Notturno, escrito en 1916, y publicado por Treves en Milán en 1921. La traducción es mía.
Hoy 9 de agosto encontré el libro en la Biblioteca de la Dante, primera edición. Ahora veo que no es un único poema, sino dos fragmentos que están respectivamente en las páginas 28-29 y  220-221.
Si hubiera encontrado este volumen antes, habría elegido otros textos, tan impresionantes como este