28 de octubre de 2012
No pense que me iba a producir una fascinación así el ver, casi de repente, mi morena cabellera llenarse de canas. Al principio, cuando era una cada tanto a las perdidas, me la arrancaba.
Pero ahora veo que son cada vez más, y más largas, y más plateadas, y me encuentro pensando que son bellas, así, brillantes con un brillo que mi pelo castaño ya no tiene.
Deberían causarme horror, debería ir corriendo a lo de Teresa a teñírmelas de oscuro, debería borrar esto que estoy escribiendo, inmediatamente, para que nadie sepa que ya tengo canas.
Pero no.
Mauro a sus 40 años no tenía ninguna, y sin embargo, cuando ya no quedaba otra quimioterapia más que hacerle, su pelo volvió crecer después de varios meses, y entrecano, como si un ciclo hubiera tenido que cerrarse en su cuerpo, aunque sea así, por pocos días, antes de morir.
Las (no tan abundantes todavía) canas mías son largas ahora.
Probablmente algún día de estos las cubra pudorosamente con tintura espesa, sabiendo que igual van a estar porque, -como ya voy viendo que sucede-, junto al cabello ya teñido nacen, como de cero, cabellos blancos nuevos.
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