2 de febrero de 2013

Naturaleza

He venido desde mi más tierna infancia a este lugar con mis padres. Y sigo viniendo todavía, con gran placer.
Este verano traje conmigo El lugar comun, de Graciela Silvestri,  el libro del año, y entonces -motivada por algunas páginas de ese maravilloso libro- me divertí durante mis caminatas observando y conversando, averiguando algunas cosas, y pensando otras.

La frondosa arboleda, los tamariscos sobre la playa, los médanos, y las casas más viejas.
Sin embargo, parece que hace 70 años en este lugar no había ni un solo árbol, ni tamariscos en los médanos, ni tierra que no fuera arena. Hasta que, hacia 1937 el estanciero propietario de esas tierras y dunas que llegaban hasta el mar trazó un par de calles perpendiculares a la playa y plantó eucaliptos. Un famoso urbanista-paisajista fue convocado para el trazado de la futura villa balnearia, Benito Carrasco, quien en base al trazado de esas primeras avenidas avanzó con una composición en abanico, característica de las ciudades de veraneo:


No solamente el terreno completamente ondulado y lleno de desniveles sino también los senderos sinuosos dan un aspecto "natural" al paisaje. Las líneas curvas características de las casas más antiguas parecen reforzar esa impresión. Esta es una de ellas, construida entre 1949-1950 por uno de los primeros propietarios:




Pero hete aquí que me vengo a enterar que:

- los árboles fueron sembrados, cuidados, podados y pacientemente regados, (ninguna de las especies es "autóctona"), de hecho conocimos hace unos años a Ramón, quien nos contó que siendo él muy pibe hacía ese trabajo de regar con un carro con caballos;
- los médanos fijados (cubiertos con lienzos de lana sujetos con gran cantidad de estacas de tamarisco, en poco tiempo las estacas brotaron y prosperaron porque la arena almacena bien la humedad -agua dulce-, y con quinchos de olivillo para evitar el avance de la arena). Después se desechó este sistema por el de empajado, es decir cubrir los médanos con paja de yuyos.
- gran cantidad de tierra y tosca fue traída en camiones desde el campo cercano para consolidar las calles y los terrenos.

¿Podríamos pensar que esta nueva y artificiosa "naturaleza" se superpuso dominándola, a la naturaleza "natural" de este sitio?
Los arcos, las tejas, las lajas quedan ahora perdidas entre el follaje y los médanos umbríos cubiertos de uña de gato.
Muchas casas y cabañas se hicieron, luego, de madera, como corresponde "típicamente" a un lugar de naturaleza y bosque.
Por suerte Carrasco no llegó a ver los bizarros ejemplares de kitch arquitectónico de este sitio (la casa barco, el molino, el plato volador, la lata de cocacola gigante).

Daría la impresión de que solamente en la playa, en el ir y venir de las mareas, no hay historia.



(La información está tomada del libro de Horacio Gonzalez Martínez, El bosque junto al mar. Memorias de Pehuen-Co, Bahia Blanca, 1992. Cliquear sobre los textos fotografiados para ampliar)

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