17 de julio de 2010

Ut queant laxis




Para que puedan resonar en plenitud las maravillas de tus actos, perdona el pecado de los labios manchados de tus siervos, San Juan.

Aprendí esto de memoria, sin tener la menor idea de lo que decía, en un libro de historia de la música mientras esperaba mi clase de guitarra.

Se trataba del origen del nombre de las notas musicales.


Muchos años después (justamente cuando ya no me importaban ni los santos, ni los pecados ni los labios manchados), se trató del latín, del ut, de la J del nombre del santo, de gestos tal vez no tan admirables y magníficos, del canto, del silencio, de lo que ya ha sido liberado y de lo que suena laxe, espacioso, suelto.


(mira es el opuesto de parva)

2 comentarios:

Eva dijo...

¡Bellísimo Ana! Y maravilloso es el camino que te llevó de los santos, los siervos, los pecados y los labios manchados al canto, al espacio abierto entre el canto y el silencio.

Ana Miravalles dijo...

Gracias, Eva!