28 de julio de 2011

Pieles


Ayer hablábamos con Guillermo Beluso sobre las cinco pieles: la piel propiamente dicha, la ropa que uno usa, las paredes de la casa que uno habita, la ciudad donde uno transita, y finalmente el planeta.
Durante cuarenta años, en cada estación, mis padres -como las chicharras o algunas especies de reptiles- dejaban de usar algunas de sus prendas de vestir, las quitaban de su ropero, y las guardaron, todas, en el galpón, en bolsas, cajas, valijas, cajones.
No bastó haber tenido que depositar en la tierra sus pieles últimas, con distancia solo de 37 días uno de otra; ahora de pronto estamos, mi hermana y yo, recogiendo cada una de sus pieles; de cada prenda podemos decir cuándo la compraron o qué modista o sastre la hizo, o cuándo la usaron. Podemos verla, por unos instantes, a nuestra madre con 25 años, dentro de un diminuto vestido jaqueline o de un trajecito sastre: luego, como relictos momificados, se desarman en medio de una maloliente polvareda de polvillo, guano y telas de araña.

2 comentarios:

Karen dijo...

me quedé en la "contabilidad" de las pieles, y recordé una frase de Nietzsche, que siempre me acompaña: "La soledad tiene siete pieles, nada pasa ya a través de ellas..."
un abrazo, Ana

Ana dijo...

gracias Karen, un beso