28 de diciembre de 2012

Exitos

“El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse”. Winston Churchill 


Basta de pedagogía y basta de exitismo, también.
Otro veneno inoculado minuciosamente desde la infancia: el éxito (escolar/académico y económico, sobre todo) como un valor en sí, aprehendido como una necesidad : demostrarle al mundo que uno es especial, ligeramente superior, que ningún tipo de fracaso puede ni siquiera ser pensado, un tacito desdén hacia quienes no pueden o quieren serlo (o sea, casi todo el resto de la humanidad), un concepto aristo-exitocrático de la vida, una valoración moral del éxito, como si -ya ni siquiera digo: fracasar- como si no ser tan exitoso reflejara alguna falla, alguna carencia. Demostrar que uno es superior, y si es posible, la mejor: la mejor nota, el mejor concepto, la más querida por sus profesoras, los mejores y más puntuales exámenes, el mejor promedio, el mejor tema, el mejor posgrado, la mejor docente, e cosí vía.
 
Esa ponzoña, aún con la inmediata satisfacción que en algún momento pudo haber procurado, ha ensombrecido amistades y relaciones, momentos de calma y de goce.

No hay comentarios: