21 de noviembre de 2014

Cuando empieza, tiendo a pensar que viene porque estoy haciendo algo mal (sentada en una mala posición, una comida pesada, la música a todo volumen de un auto estacionado en la vereda, o los golpes de martillo en los encofrados del edificio que estan construyendo al lado). Recién después de un rato me doy que es exactamente al reves, que todas esas pequeñas incomodidades no son la causa si no la consecuencia. Durante dos días puedo recorrer siguiendo el itinerario de las puntadas cada rincón dentro de mi cráneo. Me pesa, la cabeza, como al minotauro. Si me acuesto, no dejo de dar una y mil vueltas sobre la almohada, y si llego a dormir un poco, indefectiblemente mis sueños -incluso los mas ñoños- terminan convirtiéndose en espantosas pesadillas. Pócimas, pastillas y masajes van generando ka ilusión de ya ya empieza a remitir... Pero mientras tanto, un pensamiento terrible me asalta: que ya nunca nunca se me va a pasar y que voy a tener que llevarlo conmigo a lo largo de toda mi existencia, que al final ya va parecer una frase vacía "otra vez, me duele la cabeza".

A nietszche tambien le dolia la cabeza.

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