29 de agosto de 2009

Calímaco - La luz del atardecer en Alejandría

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A mí, suntuosa lámpara de veinte mechas,

Calistión, hija de Critias, me ofrendó al dios de Cánopo,
ex voto para su hijo Apellis. Cuando veas
mis llamas
dirás: ¡Luz del atardecer!, ¿cómo has caído?



El dios de Cánopo era Serapis y su templo estaba a algunos kilómetros al este de Alejandría de Egipto.
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Las traducción de Belles Lettres dice "estrella de la tarde" o "lucero de la tarde".
Pero se ve que ese traductor no ha estado ni una vez, al atardecer, en Alejandría.
No se habría perdido en el romántico cliché del lucero, y jamás habría podido olvidar el resplandor - en griego, en rigor, está en plural, brillos, fuegos, llamaradas-, el color y el calor de una tarde ahí.

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La traducción es mía, hecha hace mucho tiempo, cuando todavía sabía griego.
El texto del epigrama 55 de Calímaco está acá , en Callimachus, Hymns and Epigrams. Ulrich von Wilamowitz-Moellendorff. Berlin. Weidmann. 1897, en Perseus Digital Library . En la Antología Palatina: VI, 148.

5 comentarios:

Eva dijo...

¡Qué cambio, de una luz fría y lejana a un atardecer de fuego! Es evidente que una traducción es siempre una mirada, en este caso muy intensa y mucho más allá de las Letras.

Marina Yuszczuk dijo...

No sé por qué todavía, cuando lo sepa te voy a decir, pero estuve pensando mucho en estas luces.

Ana Miravalles dijo...

touchée: 29 de agosto de 1993 Alexandria
Ahora me haces duda si la luz y el rojo intenso del cielo me lo imaginé
¿cual seria la luz fria y lejana que decís?

Ana Miravalles dijo...

dime, mar, dime

Eva dijo...

El lucero.