Hubo una época, cuando ya se empezaba a retirar del trabajo (y de la vida) en que mi padre preparaba la cena. Trabajábamos, estudiábamos, nosotras. El empezaba a cocinar temprano, a la tarde, muy despacio.
A veces preparaba rodajas de zapallo al horno con mucho condimento, cebolla, tomate y pan rallado.
Paulatinamente, ingredientes como por ejemplo ají picante, azúcar, vino, descomunales cantidades de aceite de oliva, ajo, salsa inglesa, cebollas enteras se empezaron a mezclar y mezclar sobre las rodajas de zapallo de maneras cada vez más improbables e incomibles.
De vez en cuando (hoy, por ejemplo) los preparo así, los zapallos, con verdeo ajo y tomate picado. Son como un punto de encuentro, pero al que cada uno llega en momentos diferentes, cuando uno aún no ha llegado, cuando el otro ya ha partido.
1 comentario:
¿Puede una receta de cocina dejarte al borde de las lágrimas, pero al borde, sin que caiga ninguna? ¿Cómo se consigue, cómo se mide esa intensidad?
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