19 de agosto de 2010

Govoni - Las cosas que hacen el domingo

.
.
El olor cálido del pan que se cuece en el horno.
El canto del gallo en el gallinero.
El gorgeo de los canarios en las ventanas.
El golpe de los baldes contra el pozo y el chirrido de la polea.
Las sábanas extendidas en el prado.
El sol sobre los umbrales.
El mantel nuevo en la mesa.
Los espejos en los dormitorios.
Las flores en los vasos.
El vagabundo que hace llorar su armónica.
El grito del deshollinador.
La limosna.
La nieve.
El canal helado.
El sonido de las campanas.
Las mujeres vestidas de negro.
Las que comulgan.
El sonido blanco y negro del piano.
Las monjas blancas vendadas como heridas.
Los sacerdotes negros.
Los internos grises.
El azul del cielo sereno.
Los paseos de los amantes.
Los paseos de los enfermos.
El rumor de los árboles.
Los gatos blancos contra los vidrios.
El girar de las veletas rojas.
El sacudirse de las ventanas y las puertas.
Las cáscaras de oro de los naranjos sobre el empedrado.
Los chicos que juegan en las calles a la mancha.
Las fuentes abiertas en los jardines.
Los barriletes que planean sobre las casas.
Los soldados que hacen la maniobra azul.
Los caballos que trotan sobre las piedras.
Las chicas que venden violetas.
El pavo real que despliega su cola sobre la escalera roja.
Las palomas que arrullan sobre el techo.
Los almendros florecidos en el convento.
Los oleandros rosados en los vestíbulos.
Las cortinas blancas que se agitan al viento.

.
La traducción es mía. El poema se llama "Le cose che fanno la domenica", y es de Corrado Govoni, Gli aborti, © 1907, Taddei Editore.

5 comentarios:

Marina Yuszczuk dijo...

¡Las monjas blancas vendadas como heridas! Hay algunos hallazgos ahí! Me gusta que todo sean cosas, porque hay un estatismo dominical, a pesar de que los caballos trotan, en tantos versos que terminan en punto.

Ana Miravalles dijo...

ojo, pero... que hay bastante viento,por lo que parece.

Marcelo Díaz dijo...

Está buenísimo. Una cosa que siempre me atrajo de los pocos poetas italianos que leí es esa precisión para escribir la calma cotidiana. Me pasó con poemas de Pavese, de Penna, hasta de Pasolini. No hay más comparaciones que las de las monjas, no hay adjetivos con la intención de elevar el cuadro, es limpio. Hay viento, sí, pero como se usa para los barriletes, para secar la ropa y las ventanas permanecen abiertas, suponemos que es un viento que no interfiere con esa calma; y aunque no lo dice por ningún lado, salvo dos detalles, sin necesidad de hablar del sol, el cuadro es soleado. Me pregunto cómo sería un poema de domingo así ahora, acá nomás, en mi casa por ejemplo... capaz hasta me pongo a escribir.

Ana Miravalles dijo...

Es una calma cotidiana (con todo el sol, el viento y el bullicio de la calle). recién ahora que lo leí un montón de veces empécé a preguntarme qué nexo tienen un verso con otro, como si el detalle de un verso no es retomado y disparado hacia otro lado en el siguiente, y así, como una ligera cadena, pero noe stoy segura...

Ojalá podamos leerlo, en algún momento , lo que escribas!

Eva dijo...

¡Qué belleza Ana! Se ve que no sólo cierta escritora japonesa y cierta escritora bahiense son aficionadas a las listas. Y es verdad lo que dice Marcelo: el sol está por todos lados, en los espejos, en los manteles, en el cielo azul, en la nieve...