16 de octubre de 2010
Carrera de caracoles
Dos pasillos de cemento atraviesan el patio inmenso, cubierto de césped, rosales, marimonias, dalias, lavanda, menta, salvia, dientes de león, nardos, margaritas, malvones, calas, pensamientos, nomeolvides, violetas, tréboles y malvones, limonero, naranjo, y además hiedras y helechos cubriendo las paredes, y parrales sostenidos por parantes de material, que dan sombra cuando más pega el sol. Pero ahora es de noche, y solo muy de cerca se alcanzan a ver -gracias al resplandor rasante que viene desde la puerta de la cocina- los diez doce caracoles que logramos rescatar con mi hermana de las bolsas en que por centenares son capturados y exterminados: nosotras dos, arrodilladas en el suelo, tratando de que no se escondan dentro de sus caparazones, despegándolos una y otra vez para que no se vayan cada uno por su lado, y ellos, los caracles, desconcertados, llenando de baba y espuma la línea de partida de la emocionante carrera que está a punto de empezar.
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3 comentarios:
Me gusta mucho este texto, Ana.
Se puede ver y oler ese patio fragante y fresco y nocturno. Y parece que los jardines bahienses han sobrevivido gracias al exterminio desalmado de los caracoles, mi abuela también los amontonaba en bolsas que iban a parar a la basura.
Has superado las amenazas de peligro, eva!!!! bienvenida. Si tu compu no ha explotado aún, podés disfrutar del perfume de estas flores.
Si, un exterminio desalmado y cruel. ya lo dijo el filosofo: cada testimonio de belleza oculta a la vez, seguramente, algun gesto de barbarie.
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