30 de noviembre de 2010

Ejercicio de epigrafía


Si uno mira con atención este escalón de mármol, a la vuelta de mi casa (Moreno 724), probablmente llegue a distinguir las bases de unas letras que en algún momento compusieron el nombre: Bristol Bar.

En el frente, en la parte superior de la fachada de este lugar quedan todavía los restos de algunas letras:




¿Es Confitería Club Bristol lo que se puede leer en esos restos de letras? ¿Son los soportes metálicos del toldo de la puerta los que se ven? ¿Será de la época en que estaba enfrente la sede social del Club Bahía Blanca North Western Railway -el que después terminó siendo el Club Pacífico? ¿O habrá abierto cuando el desagradable corralón municipal que funcionó sobre el viejo cementerio, fue transformado en una hermosa plaza (1920)?


Es raro encontrar cosas así en un lugar como este, que tiende sistemáticamente a borrar todo, a olvidar, y a hacer tabla rasa con todo sin ninguna pena. Esto no es "patrimonio" (no son edificios con estucos rimbombantes, ni hechos por arquitectos famosos), no queda el recuerdo de ningún parroquiano ilustre, ni hay a su alrededor ninguna mitología que le provea de una etiología, un sentido, una historia: es como una arruga, la marca de una sonrisa o una mueca de hace demasiado tiempo como para llegar a tener la menor idea de cuándo y por qué se fue formando.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Los huecos en el mármol parecieran heridas abiertas para no permitir el olvido de estas historias. Esos puntos que en algún tiempo sirvieron de contención de los soportes de las palabras podrían ser como una especie de anclaje más profundo e imborrable que esas otras letras pegadas sobre el muro.
La paradoja una vez más: las marcas de las que fueron pisoteadas tantas veces están más completas que las que se lucen en la fachada.
Unas y otras, complementarias para empezar a armar el rompecabezas, para empezar a preguntarnos, por ejemplo, si fueron zapatos, botas, alpargatas los que pisaron ese umbral.

¡Gracias, Ana, me encantan tus registros de arqueología arquitectónica!

Diana

Ana Miravalles dijo...

lo mas sorprendente es que tanto las marcas en el marmol del escalon como las lestras de la pared han estado siempre ahi, pero hay algo que hace que uno esas cosas no las =vea=; como las arrugas, cuando uno se mira al espejo...

Ana Miravalles dijo...

lo que me pregunto es si es posible llegar a =armar= ese rompecabezas,a encontrar (o inventar) un hilo que dé sentido y continuidad a estas cosas sueltas... no sé.
Gracias Diana, es muy muy bueno encontrarnos acá con estas cosas entre manos!

Anónimo dijo...

Gracias a vos, Ana, sabés cuánto disfruto leyendo tu blog!

Con respecto al espejo, el mío no borra las arrugas, quizás por eso no me miro demasiado :)

¿El hilo o los hilos? ¿Cuántas historias pueden tejerse a medida que se pongan en diálogo esos restos con los que sigas descubriendo, con los que están escritos en las publicaciones periódicas dando cuenta de una mirada letrada, con las fotografías que puedan aparecer recuperando las imágenes de esos tiempos?

Me parece que lo muy bueno es que agregues esta mirada atenta sobre los detalles de lo que queda, que el pasado se vuelva (aunque sea en estos mínimos fragmentos) una realidad tangible y no olvidar que el sentido es siempre un relato lógico que trata de entender esa vida que ya no está y que cuando fue era tan caótica, múltiple, plural, heterogénea e inabordable como totalidad como es el presente.

Gracias otra vez por permitirme compartir los divagues historiográficos :)

Karen dijo...

Y yo que tengo una especie de obsesión con las marcas en el cuerpo...me doy cuenta con tus palabras y estas imágenes, de que los espacios físicos están conformados, también, por las marcas que han dejado los cuerpos que por allí han pasado. Siguen las marcas imborrables,no sólo del espacio sobre el cuerpo, sino de los cuerpos sobre los espacios. Eso hace a los lugares habitables, y a los cuerpos hogares en sí mismos.
Gracias Ana, por mirar allí donde otros sólo deslizan la mirada.

Ana Miravalles dijo...

mmm... no sé si el hilo, o los hilos siempre son lógicos, pero nos tranquilizan, nos sostienen en la ilusión de algo completo, orgánico. Me prarece que me estoy dejando llevar por un fuerte escepticismo acerca de la posibilidad de conocer,pero por ahí esa "desconfianza" respecto de los "relatos" (los hilos) que habitualmente manejamos hace que uno se vuelva paradójicamente más minuciosa, y hasta se envalentone y junte coraje, y se lance a tratar de contar again and again!

Ana Miravalles dijo...

Ah, una cosita más, Diana, todas estas cosas me estan dando vueltas porque estoy leyendo de Carlo Ginzburg "El hilo y las huellas", FCE, 2010. esta bueno...

Ana Miravalles dijo...

Karen, esta que vos planteás es una analogía fascinante, entre el cuerpo y la ciudad, y las marcas que quedan y las que no ... Me dice Nico que hay un libro de Sennet que se llama algo así como "carne y piedra", ¿lo conocés?

Karen dijo...

Siii!, lo tengo, está muy bueno el análisis de Sennet.