24 de diciembre de 2010

Fantasmas de navidad


Seguro que el que hizo la ilustración de esta tapa no leyó este libro.

Entre mis 8 y, pongamosle, 15 años (parecen pocos ahora, pero son un tiempo absoluto), una serie de rituales privados y eclécticos hacían de la vigilia de Navidad uno de los momentos más esperados e intensos para mí: acomodar amorosamente las tarjetas que había recibido desde remotos lugares de parte de amigos por correspondencia a los que no conocía; cantar en voz alta - en soledad, por supuesto, a lo sumo con mi hermana- todos los villancicos que sabía; reflexionar sobre el evangelio que iban a leer en la misa  a la que después -obviamente- ibamos a ir; y leer puntualmente, Una canción de Navidad, de Charles Dickens, en esta edición de 1958 publicada por Hachette. A pesar de la engañosa ilustración de la cubierta nada tenía que ver este libro con papas noel ni con arbolitos de navidad ni tampoco con niñitos jesus, ni villancicos, ni misas ni nada de lo que acompañaba a nuestras navidades en esos años: un cuento de terror con fantasmas, niños hambrientos, viejos avaros, y muertos, para equilibrar el exceso de dulzura ambiente. Ese equilibrio entre lucecitas de colores, amor y paces por doquier y regalos presentes o venturos, y el austero sabor de la moraleja de este libro, era lo que en ese momento sentía como una "feliz navidad".

Varias amigas que me lo habían pedido atraídas por ese simpático papa noel, me lo devolvieron espantadas.

Tal vez ahora sea algo de esa vaga sensación lo que queda dando vueltas.
Y bueno, no es poco.
¡Chin chin!


5 comentarios:

artemisia comina dijo...

auguri!

Ana Miravalles dijo...

Grazie, arte!

Patricia dijo...

Como siempre, un placer leerte, Ana. Un abrazo muy fuerte para todos y feliz Navidad!!

vwerhryjtyjtjtjyt dijo...

El otro día me topé con este libro.

http://aquinohaymasquehablar.blogspot.com/2009/07/pedrito-el-grenoso.html

Horrible. Casi se me cae de las manos.

Saludos.

Ana Miravalles dijo...

ja, ja, ja! impresionante. Divertido y terrible a la vez. Es como si el horror compensara la moralina. Gracias por este dato, Fermín.
Todavía me sigo riendo, casi con alivio.
Saludos!