1 de septiembre de 2011

Síntomas

Acaban de poner en un contenedor las bolsas llenas de vestidos, bombachas, tapado de nutria, perchas, electrocardiogramas, potes de crema vacíos, papeles y sobres de una señora de 98 años que vivió hasta ayer en un departamento interno enfrente de mi casa de cuya existencia recién hoy me entero; es decir, lo que queda de lo que varios cartoneros y cirujas, desde ayer a la tarde, han tomado, y lo que yo me resistí a tocar y revolver, pero que sí miré y removí con la punta de mis botas, plantada entre las bolsas como una reina entre la basura, distante pero inquisitivamente.

Las cantidad de bolsas valijas roperos hatos que todavía aguardan ser abiertos, y despachados en la casa de mis padres.

En cama, con fiebre, vuelvo a escanear mentalmente los varios cientos de fotos y cientos de papeles, y de cartas también (aunque todavía no son mas de cien), que llevo digitalizados cuidadosamente desde hace varios meses y como si fuera una cuestión de vida o muerte trato de encontrar el eslabon perdido entre una mujer que llegó hace 120 años con sus ocho hijos a casarse con el mejor amigo de su difunto marido, y sus nietos o bisnietos que me irritan profundamente solo porque no están tan preocupados como yo en resolver urgentemente un tan acuciante dilema

El otro día fui al médico, después de mucho tiempo.

Doctor, ¿qué tengo?

3 comentarios:

Eva dijo...

Ay, Ana! Y en medio de todo esto la fiebre, que tal vez sea la única forma de pararte.

Marina dijo...

Tenés una oportunidad para escribir cosas zarpadas, aparentemente. Ese es mi diagnóstico. Ojalá escribas un libro con todo esto.

Anónimo dijo...

Amiga! y hermana en el espíritu de la época!
sí, es cierto, lamento comunicarte que lo tuyo es una enfermedad. Una epidemia de nuestra Era. Se llama "ciencia" y nos hace vivir como niños: urgar, clasificar, descubrir! y pisotear la naturaleza. Vivirás con esa fiebre de Reina inquisitiva y distante -útlimo resto que nos queda de la admirable aristocracia europea-
Es un estado del ánimo completamente infantil y sin embargo de vida o muerte. No estaras satisfecha hasta que puedas declarar: ¡Eureka! y alegre y loca te precipites desnuda por las calles, ignorando los modales y las costummbres de tu aldea. Es un estado delicioso, sí, pero lamentablemente no mas que una parodia del ánimo, el éxtasis, que nos embargaba y alentaba y exaltaba en la antiguedad.
La ciencia, esta peste deletèrea que se cierne sobre nosotros, nos carcome y ensombrece la voz desde perdimos lo sacro. La vida sagrada, el sacerdocio y el templo.