Si uno está a las corridas, no se acuerda en qué día vive, o no presta atención puede llegar a pasar por sobre ellas sin verlas, casi invisibles en su pequeñez en el denso colchón de hojas verde oscuro que rodea a otras plantas de gran porte como el jazminero, el potus o la glicina. (Acá en mi casa, no tuvieron tanta suerte: acabo de descubrir hoy que, ahogadas por la enorme mata de los malvones-pensamiento, no queda ninguna).
Un perfume potente, sin embargo, las protege.
3 comentarios:
qué hermoso
gracias, Alfonsina, qué bueno encontrarte por acá...
La palabra violetero es muy hermosa, y el texto que escribiste también: concentrado, fragante, profundo y simple como un ramito de violetas.
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