22 de mayo de 2013

Endogamia


Las (pocas) mujeres de una familia (pocas, insisto, y de parentesco directo, bien directo entre sí) hablaban (no en una conversación sino en muchas, a lo largo de años y años) de todas las demás (más precisamente de las esposas, novias e hijas de sus hermanos o primos):

que una era medio una atorranta, 
que la otra regenteaba un cabaret,
que aquellas dos, madre e hija se dedicaban a la prostitución,
que estas de acá, las hijas eran como la madre, ligeritas,
que la de más allá no era trigo limpio y que lo único que quería era  plata,
la mujer de este no calificaba para formar parte del grupo anterior, porque era bastante estirada, pero por eso mismo, tampoco.

¿Y las mujeres de la familia política?
Una, que era sucia,
la otra, una chismosa y conventillera,
y la otra, nada de nada.


Sus maridos (los de unas y otras), ignaros de todo, asistían -impasibles- a los desplantes y a la distancia.

No se salvaba ninguna.
No trataban a ninguna.
No era posible querer a ninguna otra.

Solamente ellas, las (pocas, y de parentesco bien directo) mujeres de esa familia
Solas.
Y no les dolía, en lo más mínimo.




1 comentario:

Natalia Martirena dijo...

siempre un gusto volver a leerte, adoquines me encantó o mejor dicho me encantaron todos incluso mas adoquines.