30 de noviembre de 2010

Ejercicio de epigrafía


Si uno mira con atención este escalón de mármol, a la vuelta de mi casa (Moreno 724), probablmente llegue a distinguir las bases de unas letras que en algún momento compusieron el nombre: Bristol Bar.

En el frente, en la parte superior de la fachada de este lugar quedan todavía los restos de algunas letras:




¿Es Confitería Club Bristol lo que se puede leer en esos restos de letras? ¿Son los soportes metálicos del toldo de la puerta los que se ven? ¿Será de la época en que estaba enfrente la sede social del Club Bahía Blanca North Western Railway -el que después terminó siendo el Club Pacífico? ¿O habrá abierto cuando el desagradable corralón municipal que funcionó sobre el viejo cementerio, fue transformado en una hermosa plaza (1920)?


Es raro encontrar cosas así en un lugar como este, que tiende sistemáticamente a borrar todo, a olvidar, y a hacer tabla rasa con todo sin ninguna pena. Esto no es "patrimonio" (no son edificios con estucos rimbombantes, ni hechos por arquitectos famosos), no queda el recuerdo de ningún parroquiano ilustre, ni hay a su alrededor ninguna mitología que le provea de una etiología, un sentido, una historia: es como una arruga, la marca de una sonrisa o una mueca de hace demasiado tiempo como para llegar a tener la menor idea de cuándo y por qué se fue formando.

13 de noviembre de 2010

Los tilos de Fossat






En la vereda de enfrente de mi casa hay una larga hilera de tilos.
Ya están por florecer.
Son como un puente entre la plaza y las innumerables plantas del magnífico jardín que rodea la casa de la esquina.
Supe -hace pocos días- que se vende.
Los tilos tiemblan bajo la lluvia mansa.

Nosotros también.

6 de noviembre de 2010

Clotho

Hace un tiempo encontré el blog de Clothogancho, una mujer -hasta donde yo podía deducir- que vive en algún lugar de Francia, que teje al crochet, sabe español y a quien le gusta la literatura.

Ayer a la noche, en su último post, le dejé un comentario. Ella me respondió dejando un comentario en mi entrada La guitarra, en el que nos lamentábamos, un par de amigas y yo, de que nos hubieran obligado a estudiar música:

¡qué raro! a mí pasó todo lo contrario : siempre sufrí de que no pudiera mi madre costearme clases de música o de baile. Entonces, a los trece me fabriqué un teclado de cartón para fingir que tocaba las partituras que me prestaba una compañera y que había aprendido a leer, a los quince mi madre me regaló unos de esos pianos, juguetes para niños, pero tenía dos octavos, a los diecisiete mi madre cambió las dos únicas monedas de oro que tenía de su abuelo por una guitarra. Aprendí sola, en los años 70, también con amigos, además cantábamos cosas de "allá", y rápidamente vinieron chilenos con sus temores y sus cantos ... más tarde, cuando ya había nacido mi primera hija, aprendí a acompañar cosas de Atahualpa y leer textos de ley con compañeros que se preparaban a volver a Rosario y a luchar contra el olvido (un eufemismo...)... hoy, esta hija es jurista, especialista en la defensa de los derechos de los inmigrantes, de los sin papeles, de los que huyen su país porque atropella los derechos humanos...



Mi primera guitarra, bastante mala, la tenemos todavía en casa de mi madre. Finalmente, a los 40, me matriculé en una escuela de verdad. El profe me dijo que sabía bastante para que me enseñara otra cosa y me puso una guitarra barroca entre las manos, unos tratados de vihuela y una partituras originales en fac-similé, para que las enmendara a la luz de lo que descubría en los tratados... cumplí los 57, y la guitarra sigue siendo mi voz cuando ya no tengo voz para hablar o escribir...

Crochet

Sólo unas pocas personas saben que a mí me gusta el crochet.
Hice (y suelo hacer) varias cosas que luego escondo o destejo celosamente.
Como si me avergonzara un poco de ese placer minucioso.
Como si hubiera hecho propio el prejuicio de que el crochet es la esencia misma de la domesticidad de otras épocas (aunque jamás hice ni patines, ni mañanitas ni agarraderas, ni colgué en ningún lugar ninguna de las puntillas).
Sólo se salvaron del ímpetu penelopesco esta puntilla, y este bolso.



3 de noviembre de 2010

Torta de almendras


Una torta de almendras para festejar hoy el cumple de Nicolas, porque le encanta,

una torta de almendras que es un recuerdo prestado, una de esas que bien podrian llamarse, tradiciones inventadas (mi madre recuerda que su madre recibia a veces, desde la casa de su familia en Italia un paquete con una torta de almendras, y vaya a saber si -y en realidad poco importa- el sabor de esto que hice tiene algo que ver con aquella).

una torta de almendras hecha asi, con 300 gr de harina comun, un montón de almendras trituradas a cuchillo, 200 gr manteca, 200 gr azucar, sal, 1 yema de huevo, mezclada a mano, no mas, y puesta asi, a la buena de dios en la tartera enmantecada.

(pero se ve que no la enmantequé lo suficiente porque no pude sacarla, para la foto!!!)