17 de marzo de 2013

Un fragmento de El Gualeguay, de Juan L. Ortiz, en recuerdo de Elisa, mi madre

Hace diez años hicimos con Nico un video muy hermoso, en el que varias personas van leyendo estos versos de Juan L. Ortiz. Lo habíamos perdido, hasta ayer a la tarde, que Alvaro lo encontró entre sus viejos VHSs.  También Elisa, mi madre, aparece ahí, leyendo, estos versos llenos de vitalidad y de esperanza.

Este hallazgo fortuito, justo, hoy, que se cumplen -en la misma fecha- el aniversario de su nacimiento y el de su muerte.


Pero cuándo se detenía él?
No era siempre él, también, la propia música naciendo,
muy delante de sí, siempre, en una gama sin fin, como la vida,
o como eso, acaso, que se abría más allá,
o de donde él venía?
Y no discurría, él, además, en el seno de la melodía sin medida
él, que improvisaba libremente, o mejor, él
en la linea sin límites de un espíritu de latidos y de ciclos,
hecho todo de "élan",
en la aventura de los rumbos, inventando siempre pétalos
para una rosa que crecía y crecía
desde la raíz del ritmo?


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