30 de marzo de 2013

Hace muchos años que perdí a mi viejo, muchos más que los dos que se cumplen el próximo 23 de abril.

Ayer fui a saludar a Mario, quien -tal vez por una cuestión de edad, de estilo, de "crianza" hubiera dicho mi madre-  se le parece mucho. (Digo esto porque evidentemente esa semejanza además del genuino afecto que siento por este hombre genera en mí, a la vez, la misma disponibilidad para la escucha y los mismos reparos que me inspiraba mi viejo)
Conversábamos con él y con su hija de temas varios, de algún modo le cuento (sin detalles, naturalmente) cómo a veces el exceso de cortesía y precaución me había conducido a una situación que ahora me hacía sentir incómoda, una situación insoportable que no podía resolver más que diciendo y preguntando -de un modo que habría de resultar inesperado, abrupto-, un par de cosas que ahora veo claramente.

"Es como decía San Martín, dijo Mario, serás lo que debas ser o no serás nada". Lo miré y me quedé en silencio. La hija de él, también. No me gustan las frases hechas, ni los viejos que adoptan actitud de sabios citando frases o máximas;  y no entendía, en concreto, qué era lo que me estaba queriendo decir.
"o sea, dice, si uno no actúa de acuerdo a lo que es, a lo que piensa, en definitiva uno termina no siendo nada". Algo así fue lo que me dijo.

Volví a sentir algo que hacía mucho, mucho  tiempo que no sentía.

No hay comentarios: