No había ningún libro en italiano en la casa de mis abuelos trentinos, salvo el devocionario Filotea, que trajo mi abuela entre sus cosas.
No puedo ya saber si mi madre leyó partes de este libro Mis Montañas, de Joaquin V Gonzalez en el secundario o en el profesorado de lengua, en el Juan XXIII.
Mi madre, tal vez adolescente lee partes de este libro, subraya palabras dificiles (y en algunos casos anota un sinónimo en el margen): ignoto, estereotípico, estentóreo diezmado, cabalística, famélicos, consuetudinarias, coherentes...
Estas lejanas, lejanísimas montañas de La Rioja de fines de siglo XIX no se parecen en nada a las montañas de las que provienen sus padres, y que para ella en su casa, podrían haber resultado muy próximas y familiares.
Estas son las que ella conoce, siendo adolescente, hollando los valles de este pequeño volumen celeste: Mis Montañas son Mis Palabras, y por consiguiente Mi Vocabulario, Mi Pronunciación, Mi Paisaje, Mi Tradición, e incluso Mi Historia y Mi Patria.
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