31 de octubre de 2014

Me gusta la historia, no el pasado en loop.
(por eso no puedo mirar esas novelas llenas de musica de fines de los 80)

La linealidad (ya sé que es una construccion de mi mente, pero es) nos rescata, como lo salvó a Pedro Caballero.

También Nicola Spagnoli escribe, al invitarme a su página: la sana passione per lo studio della storia e non della passione per il passato. 

23 de octubre de 2014

Adolescentes “adultizados”
[HTMLEn la sociedad actual –sostiene el autor–, el individualismo prevalente, la precarización de la familia y la “abdicación” de los padres llevan a que el niño y el adolescente, “adultizados”, pasen a ser “interlocutores en una vida compartida y no ya aquellos ante quienes se ejerce función de autoridad y de guía”.


 Por David Le Breton *
La individualización del lazo social contribuyó a desinstitucionar la familia, que dejó de ser la célula elemental de la sociedad para convertirse más bien en un refugio sentimental, un lugar provisorio, un círculo cerrado consensual. En el plano social, el hombre y la mujer, en la mayoría de las familias, viven en adelante una relación de igualdad (aunque, para muchas familias surgidas de la migración, la figura del padre o del marido sigue siendo fundadora, alimentando un desajuste radical entre el universo cultural privado y el que comienza para el joven una vez franqueada la puerta del apartamento). La familia se articula más en una relación de proximidad de sus miembros que en un simbolismo que distinga las posiciones de padres e hijos. Se ha convertido para la pareja en un asunto privado, fundado en una afectividad compartida, un pacto de comodidad siempre revocable. Se esfuerza por conciliar los empleos del tiempo, las necesidades profesionales, de formación o de esparcimiento de unos y otros. Es un lugar donde ser uno con los otros, los más allegados, pero con el mínimo de trabas y en una negociación permanente.
La familia se inscribía en principio en la larga duración: hoy es precaria, marcada por el retroceso del casamiento, el aumento de los divorcios o las separaciones, las recomposiciones y, por lo tanto, para el niño, la fragmentación del parentesco. Hay muchos niños únicos o de fratrias reducidas, sometidas a los avatares relacionales de la familia nuclear. Cuando la pareja se separa, queda el niño. “Cotidianamente se comprueba que hoy muchos niños deben sufrir más por los atolladeros narcisistas en los cuales se encuentran encerrados sus padres que por las rigideces educativas de antaño, es una comprobación clínica cotidiana en paidopsiquiatría” (Matot, J.C., L’enjeu adolescent. Déconstruction, enchantement et appropriation d’un monde à soi, París, PUF, 2012).
El niño no está ya inscripto en la larga duración de un linaje, de una familia ampliada, y no toma ya el nombre de sus padres o de sus abuelos. La condición del niño separado de las antiguas relaciones de parentesco se traduce en las maneras de llamarlo, con nombres surgidos de los de televisión exitosos, en particular de las series estadounidenses. Ese entusiasmo provisional suscita un efecto de moda en los nombres a los niños que nacen en la misma época. Sin embargo, todo nombre lleva una carga de significación a través de la cual el niño deberá construirse en el correr de su existencia, así no fuera más que a través de la mirada de los otros.
La posición contemporánea del niño y del adolescente en la familia y el lazo social no facilitan la transmisión y el espíritu crítico. El niño se convierte en un interlocutor en una vida compartida y no ya es aquél ante quien ejercer una función de autoridad y de guía. Es percibido de entrada como un individuo, y no en su altura de niño o de adolescente; es “adultizado” sin más preámbulos. La noción misma de responsabilidad a su respecto se debilita. “El no quiere” es una fórmula moderna de la fatalidad, justifica de antemano que los padres no insistan en materia de prohibición y ratifica el poder del niño sobre ellos. Pero un niño convertido en hijo de sí mismo no tiene la misma relación con el mundo que otro que se reconoce y es reconocido en una filiación y una pertenencia familiar, en un contexto social proveedor de civilidades y de leyes.
Para el adolescente, este período rima a menudo con turbulencia y búsqueda de la distancia adecuada con el otro. La dificultad de encontrar desde el inicio una versión feliz de uno mismo suscita gran cantidad de tensiones con sus allegados, a quienes les cuesta reconocerlo y a menudo se sienten desarmados por sus actitudes. De pronto la complicidad desaparece. El adolescente redefine sus límites con padres que a sus ojos dejan de ser protectores para convertirse en obstáculos para su despliegue; entra en una larga fase de oposición en la que busca diferenciarse, arrancar su cuerpo de la tutela parental, encarnarse en su existencia. Se abre más a sus pares y anuda amistades fuertes, fundadas en compartir experiencias. La progresión hacia la edad de hombre es un proceso de separación-individuación, un alejamiento de la infancia y un volver a ubicarse en el mundo en cuanto sujeto. El adolescente escapa de las comparaciones, antaño ávidamente solicitadas. De pronto, la promiscuidad reemplaza a la familiaridad. Los padres dejan de ser admirados o de gozar de una posición de autoridad y se convierten en personas ordinarias y un poco molestas. Su rechazo traduce una voluntad de romper con la infancia y sus viejas dependencias.
Ese retiro de las investiduras sobre los padres a menudo alimenta un sentimiento grandioso de sí pero marcado de ambivalencia, pues con frecuencia está expuesto a la denigración de sí al menor revés. La afirmación de una singularidad, la inscripción en un cuerpo propio, no se hacen sin vivas tensiones con los padres, que se sienten apartados o provocados. Acceder a sí implica separarse simbólicamente de ellos. Sus ropas, su look, sus tatuajes o sus piercings, son en este sentido los elementos de una fábrica de sí. A esa edad, las marcas corporales son un lugar privilegiado de lo que se podría llamar la desmaternización del cuerpo.
El proceso conoce una sucesión de fases y requiere paciencia de los padres, sacudidos e inquietos por esos virajes siempre inesperados. Al mismo tiempo, el amor siempre está presente, y el joven necesita que sus padres lo tranquilicen en esa toma de autonomía. En su exploración del mundo circundante, busca su margen de maniobra de manera a veces torpe, reivindica simultáneamente su autonomía y la atención a su persona. El inicio de la edad de hombre o de mujer se conjuga de manera ambivalente con la voluntad de mantener los privilegios de la infancia. Estas solicitaciones son una demanda de reconocimiento, una manera de testear el interés de sus padres por él, aunque no tenga en cuenta la respuesta obtenida. La búsqueda de autonomía no se hace sin tanteos ni torpeza, porque de ningún modo pretende perder la protección de sus padres.
En ese momento, las relaciones afectivas y significantes en el interior de la familia son radicalmente perturbadas. El trabajo psíquico de los padres para la aceptación de la autonomía creciente de su hijo no es menor que el que atraviesa al adolescente en sus esfuerzos para separarse de ellos. La capacidad de los padres para contener esa turbulencia está ligada a su capacidad para renovarse en cuanto pareja e individuos. La cualidad de padres de adolescentes es totalmente específica, exige un profundo reacondicionamiento de la relación con un niño que, por los cambios radicales de su relación con el mundo y su apertura creciente hacia los pares, se les escapa. La tonalidad del pasaje adolescente está indisolublemente ligada a la capacidad de los padres para acoger a ese joven que les plantea tantos problemas. La pareja, desquiciada, se encuentra en la necesidad de redefinirse.
A menudo los padres atraviesan en el mismo período un cuestionamiento en el que crece un deseo de renovación, la “crisis de la mitad de la vida”. Expectativa de un cambio profesional, afectivo, la voluntad de vivir por fin un sueño largamente diferido. Los dos miembros de la pareja están en una encrucijada del camino, aún disponen de tiempo para cambiar de orientación. Si el joven se siente encerrado en un arnés familiar y trata de liberarse de él, a veces sus padres están en una voluntad cercana de cambiar las cosas. En el plano psíquico, se ven enfrentados con una reviviscencia de su propia adolescencia. La muchacha se convierte en una mujer joven, el varón en un hombre joven, ambos plantean sus propias exigencias. El padre y la madre pueden verse tentados de plantearse como seductores de su hijo, así no fuera sino para ocultar su edad, y reviven su posición edípica frente a sus propios padres. La relación con el niño convertido en grande se ajusta según otras modalidades afectivas.

“Padres dimitentes”

Así, las fronteras de las generaciones se borran o se derriban. El modelo ofrecido por los padres parece superado. Ellos mismos se sienten desguarnecidos frente a niños a quienes les cuesta comprender, aunque la mayoría de las veces respondan a su demanda. Las innumerables innovaciones tecnológicas de estos últimos años en materia de comunicación amplían la brecha. Por añadidura, la edad se ha vuelto intolerable, la adolescencia es en verdad ostentada por los mayores obsesionados por la voluntad de “permanecer jóvenes”, poco interesados en asumir una postura generacional que los envejece. Pero al no marcar las diferencias de edad y al no asumir su responsabilidad, privan al adolescente de los puntos de referencia necesarios para crecer y adquirir su autonomía. Los jóvenes se construyen apoyándose en sus mayores, así no fuera más que para superarlos u oponerse a ellos, pero si estos últimos se sustraen a su tarea, la apertura a la alteridad carece de consistencia. Afiches o avisos publicitarios suscitan la cuestión temible de saber quién es la hija y quién la madre. Ambas se parecen y están peinadas y vestidas de la misma manera, en una dilución de las diferencias que disimula mal la devoración de la hija. Las relaciones padre-hijo son tratadas con valores de acción, más masculinos, más en la vertiente de la complicidad viril, pero con la misma borradura de las diferencias generacionales. El hecho de volver juvenil el lazo social y la depreciación de la edad llegan aquí a su punto máximo.
Gran cantidad de adolescentes son librados a ellos mismos por falta de intervención y de consistencia de la autoridad familiar. Padres amigos que dejan hacer y abdican de su responsabilidad de mayores y de educadores. Es que la relación de seducción es contraria a una relación de educación, invierte los roles. Los padres encuentran un beneficio narcisista en detrimento del niño, que, allí donde debería encontrar unos padres, encuentra un espejo. La aprobación a toda demanda es a menudo vivida como un signo de indiferencia. Un padre amigo deja de ser un padre, sin ser un amigo. Y para los padres dimitentes, el niño rey a menudo se convierte en el adolescente tirano y con problemas. Educado en la omnipotencia de sus deseos y la manipulación interminable de su entorno, la confrontación con los otros fuera de la esfera familiar es un escollo. Para que el niño o el adolescente se afirme debe confrontarse, en el reconocimiento de su persona, con una ley, con prohibiciones, con una oposición; en suma, con lo acostumbrado de una transmisión encarnada por la presencia sólida de padres o de mayores que le indican el camino, explicándole los usos y dejando que se ubique como uno entre los otros.
La adolescencia es un período de construcción de sí en un debate interminable con los otros, sobre todo con los otros en uno, en la medida en que la búsqueda es la de saber lo que los otros pueden esperar de él y lo que él puede esperar de los otros. Al no haber conocido ninguna prohibición en su familia, al niño le cuesta trabajo inscribirse en la sociabilidad escolar. Nunca se enfrentó con las frustraciones que alimentan una vida cotidiana inmersa en el lazo recíproco con el otro. Entonces, multiplica los conflictos con los docentes o con los otros escolares. La ausencia de límites dinámicos y bien elaborados entre uno y el otro, entre uno y el mundo, induce una confusión entre el afuera y el adentro. Son jóvenes indiferenciados, que sufren, que están en busca de límites, en busca de lo que son. Su sentimiento de identidad es frágil, incierto; toda frustración, toda espera les es insostenible. Se vuelven agresivos cuando encuentran resistencia porque les cuesta trabajo comprender el punto de vista del otro. Al no haber conocido nunca un “no” educativo con el objeto de situarlos en un conjunto, jamás entran en la interdicción. Permanecen en su fortaleza omnipotente, sintiéndose permanentemente asediados, pues nunca conocieron otras maneras de conducirse. Siempre inseguros en su interior, sólo tropezándose con el mundo o los otros, poco a poco encuentran los límites que sus prójimos nunca les dieron.
En el contexto individualista de nuestras sociedades, los adolescentes se hallan en la necesidad, para lo mejor o para lo peor, de inventar sus creencias, sus líneas de orientación. Los mayores ya no tienen autoridad en la materia. Para esta clase etaria, la libertad está limitada por la mirada de los otros, por el poder del grupo para inducir normas flexibles pero pregnantes. La cultura de los pares suplanta a la de los padres, la transmisión se borra ante la imitación y procura un sentimiento de seguridad y de certidumbre frente a la obsolescencia circundante. El foco de la estima de sí se desplaza hacia la mirada de los otros más cercanos: no ya los padres, cuyo amor es seguro, sino aquel, despiadado y siempre cuestionado, de los pares, cuyo juicio se enuncia según el grado de coincidencia o no con modelos circundantes y provisionales. En la adolescencia, la ropa, el peinado, las actitudes –en suma: el aspecto– son elaborados como un lenguaje, una chapa de reconocimiento. La estilización de sí es una consigna. El look se convierte en una forma primera de socialización.
Existir es ser observado, es decir, marcado y distinguido. La tentación de existir en cuanto imagen, portador de signos valorizados, es difícil de rechazar porque está en juego la posición en el seno del grupo. “Para un joven, enarbolar un logo no es tanto querer alzarse por encima de los otros como no parecer menos que ellos. Incluso entre los jóvenes, el imaginario de la igualdad democrática hizo su obra, conduciendo a negarse a presentar una imagen de sí manchada de inferioridad desvalorizadora. Por eso, sin duda, la sensibilidad a las marcas se exhibe de manera tan ostensible en los medios desfavorecidos. Mediante una marca apreciada el joven sale de la impersonalidad, quiere mostrar no una superioridad moral, sino su participación entera e igual a los juegos de la moda, de la juventud y el consumo”, escribió Gilles Lipovetsky.
El trabajo sobre el cuerpo es percibido como individualizador, es una vía para escapar al sentimiento de la impersonalidad. La apariencia es el lugar privilegiado de la estima de sí y del sentimiento de identidad. El hipermercado del consumo provee a los jóvenes de signos necesarios para una diferenciación de sí regida por el universo de la publicidad y del marketing. Al abastecerse en los mismos estantes y al ser sensibles a los mismos medios de comunicación, terminan por asemejarse como clones, al tiempo que cada uno está convencido de tener un estilo propio y decididamente original. Nada se parece más a un adolescente de Buenos Aires que otro de Estrasburgo o de Coimbra: poseen las mismas ropas, los mismos cortes de pelo, utilizan los mismos geles, los mismos portátiles, escuchan las mismas músicas, frecuentan las mismas redes sociales en Internet. Aunque no hay que desconocer las diferencias de condiciones sociales, una cultura adolescente atraviesa las clases y las culturas.
* Texto extractado de Una breve historia de la adolescencia, de reciente aparición (ed. Nueva Visión).

el articulo, aca

17 de octubre de 2014

Mi cabeza.
Me la sacaría un rato, no más, para poder disfrutar esta tarde serena, tibia.


16 de octubre de 2014

"Es frecuente que lo que el analista identifica como disfraz de una pasión inconciente se exprese más bien como una nostalgia sin causa determinable, en la que un sentimiento constante de soledad solo de manera fugaz deja que se abran paso fantasías amorosas casi siempre detenidas en su desarrollo cuando confiesan demasiado su naturaleza. La pasión no se adivina aquí sino por la huella de la decepción, la espera vana de un milagro que, por la propia índole del modo mágico de satisfacción esperada, dispensa al sujeto de formular un deseo cuyos orígenes históricos se afana en confundir, impidiéndose reconocer las inscripciones que dejaron en su mismo cuerpo. Y a menudo nos vemos llevados a forjar la hipótesis, mucho antes de que indicios o signos más o menos precisos vengan a corroborarla, de un estado de duelo interminable que encierra al sujeto, sin que este lo sepa, en la preservación de un sufrimiento narcisista." Green, André (1999), 21.

Que este texto merece ser profundamene pensado y meditado se hace evidente por el resquemor que me produce publicarlo (e imaginar quiénes pueden llegar a leerlo).
No da todo lo mismo. Me indigesta, me hace mal.


Si no me doliera tanto la cabeza...

Hoy fue un dia hermoso  hoy, las canciones para la charla suenan bien, y van a sonar mejor todavía, y la charla ya se va armando, y vienen personas al museo que se interesan por el trabajo y por el archivo, y no, no es todo lo mismo, aunque a veces el farrago de pelotudeces con las que uno se topa la lleva a una a tener esa sensación.

Pero hace dos horas que volvi y no puedo hacer nada mas que recostarme un rato en la cama, otro rato en el sillon, o en la reposera en el patio, tomo café, ahora me voy a hacer un caldo, me lavo la cara, me paso una pomada china por las sienes, me masajeo el cuello, trato de pensar en otra cosa...





15 de octubre de 2014


Inundación. La ciudad salvaje.



14 de octubre de 2014

"Quizas el mayor secreto ronde en torno de mantener silenciada la humillacion paterna", guitter y mayer cn respecto a algo que vine a saber en estos últimos días, que podría haberme sido contado hace muchos muchos años, por varios miembros de mi familia y que sin embargo, hasta hace poco permanecio en el más cerrado e increible de los silencios.

Algo paso con la lectura vespertina: con el mejor ánimo, me senté con el articulo que me dio marta, lo leí con gran interés, haciendo pausas para pensar y comer galleta con dulce de pera, pero cuando terminé y me disponía a revisar mis notas, me sobrevino un sueño profundo, la inmediata necesidad de apoyar la cabeza sobre mi antebrazo, así, en la mesa, y dormir.

Ya no pude hacer nada más.

13 de octubre de 2014

El perfume de esta primavera húmeda.
Un sueño en la madrugada, deseo y miedo,

9 de octubre de 2014

El flaco de la farmacia que salió apenas escucho el choque (y no le pregunté su nombre),Jorge el del restaurant de la esquina, Francisco el de la grúa, Andrés el del taller de tren delantero, Gonzalo el del seguro, Edgardo el profesor de canto, Mario hace un rato por skype me crucé con mucha gente bien entre ayer y hoy. Ya está todo bien, aunque ahora me duela me duela cruelmente todo el cuerpo.


8 de octubre de 2014

conversacion con david sobre un italiano amigo de gramsci que vivio en Ascasubi.

conversacion con edgardo faciolo instructor de conductores maquinistas sobre la situacion pasa y actual de los ferrocarriles.

una siesta en el sillon.

conversacion con sarita sobre items varios de la vida, su iriologo, terapia, el duelo, las amigas: cada vez mas clara y convencida de las opciones éticas sobre las que hemos estructurado nuestras vidas.

choque en el angulo anterior derecho, rotura del brazo que une la rueda con la direccion, intentos vanos de llamar al seguro, la grúa, el temblor que a uno le queda en el cuerpo, la sensacion de vulnerabilidad extrema, un minimo descuido te puede cosar mucho en tiempo y dinero.



7 de octubre de 2014

Meditación sobre los variados modos de comunicación entre las personas, cómo se interpelan unas a otras, en base a qué códigos se vuelven posibles las conversaciones.

Un flyer que llevó horas diseñar a mi artista contemporaneo favorito aparece compartido en el muro de una persona (es una persona poderosa) con el texto que la acompañaba, copiado y pegado encima, por sobre las figuras. Ninguna mala voluntad, al contrario: evidentemente la cosa habra parecido tan interesante como para merecer no solamente un mecánico "compartir" sino el minucioso trabajo de descargar la foto, abrir fotoshop, copiar el texto, pegarlo, generar una nueva imagen y finalmente publicarla como propia.

Salto, a los gritos (y todavía agradezco haber borrado a tiempo: "Fulanito: me hiciste mierda el flyer!!!"):
- Fulanito, qué le pasó al
flyer de la charla? cómo es que aparece en tu muro con el texto pegado así sobre la imagen?

(pasan algunos minutos y agrego):

- te pregunto porque los diseñadores suelen ser susceptibles.

- Ok.

- No pasa nada, no es nada grave, pero bueno, uno se esmera en que las cosas queden de una determinada manera...

(pasa otro rato, empiezo a pensar en todos los que adulan todo el tiempo a esta persona, y yo siempre dando la nota, y encima pasa el rato y no me contesta nada, y entonces yo -que era la que estaba enojada en un principio, la que esperaba que le pidan disculpas a ella- escribo:

- Disculpame que haya saltado así, tal vez le doy demasiada importancia a ciertos detalles que por ahi no vale la pena... Bueno, hasta cualquier momento, y gracias por estar siempre, presente en todo! Un beso, Ana

- Ok.

Fin de la conversación

(Conste que "fin de la conversacion" lo agrega facebook, por las suyas). Y conste también que el agradecimiento final mio es sincero. Por eso me proponía meditar sobre la incomunicación, porque no se trata aca de mala voluntad de ninguno de los dos interlocutores sino de la dificultad de establcer un código común (común, digo, es decir fruto de la negociacion que toda comunicación genera al momento de interrelacionarse dos personas, y no la pasiva aceptacion por parte de uno de los interlocutores de todos los malosentendidos que pueden surgir).

Justo hoy sostuve en dos momentos diferentes del día conversaciones con otros tantos amigos, provenientes cada uno de ellos de mundos y experiencias completamente diferentes. (aquí correspondería ponerse a pensar inmediatamente -a pesar de esa distancia inicial- qué tienen en común: en primer lugar, a mí como amiga, como interlocutora; la edad; una cierta sensibilidad a pesar de que los temas eran completamente diferentes (lo eran, realmente? no habrás estado -como el Kublai Kan de Calvino- hablando todo el tiempo de lo mismo, con ambos?); un cierto modo de apasionarse por lo que hacen, y tal vez encuentre más.)


Seguiré meditando...

Fue una hermosa tarde de calor, de biblioteca intensa (una hora y media en la hemeroteca, preciosas fotos), de paseo y bocaditos de chocolate.


5 de octubre de 2014

Mis parientes trentinos (salvo uno) son terriblemente fríos, pero bueno, son así, como los osos de verdad (no los de peluche).

Un par de amigos de otra época son terriblemente fríos, pero bueno, son así, como las lagartijas.

"Poemas o fragmentos novelescos". Me gustó la equivalencia.

"La vida es un verso interminable", otro.

Yo también soy terriblemente fría con algunas personas (pero pocas), como las palomas de la plaza.

Un título, necesito para mi charla: toda la tarde estuve dando vueltas y vueltas, volví a leer el texto de Agustin Ferrari, y entendi un montón de cosas (pero no encontré ninguna frase que me sirva).

Hoy tomé una pastilla para el dolor de cabeza, y no es muy bueno su efecto.

La poesia no tiene nada que ver con la farandulilla que la hace circular, que encumbra u oculta nombres, y ,casi me animaría a decir, con los textos críticos que la reescriben, la parafrasean, la glosan, la prosifican rodeándola (salvo naturalmente, cuando el texto crítico es, en si mismo, una obra poética que trata acerca de otros textos poéticos).





1 de octubre de 2014

Una chica muere suicida. Sus compañeras de trabajo van al velorio, y al día siguiente -por la mañana- al entierro. El negocio en el que trabajaba ni consideró la posibilidad de cerrar por duelo, así que llegan tarde. El dueño del negocio las despide. Ellas y sus representantes sindicales protestan, el hombre responde amenazándolos con unas tijeras.