23 de mayo de 2010

Watership Down


Cuando tenía 10 años, en 1976,  me regalaron este libro.

Me gustaba no solamente porque podía impresionar a los mayores y espantar a mis amigas leyendo libros de 414 páginas, y porque soñaba -inmediatamente después de haber escrito en un par de hojas de cuaderno alguna historia o alguna descripción "inspirada"- que el volumen de mis escritos iría creciendo junto a mí, con los años y que por lo tanto cuando fuera grande yo también, naturalmente, iba a llegar a ser una de esos "grandes novelistas".

Me gustaba también porque es una terrible historia épica cuyas escenas más escalofriantes y dramáticas suceden bajo tierra, en las madrigueras de los conejos, o en aparentemente apacibles praderas, casi deshabitadas; los conejos y su drama, sus decisiones, sus partida y las vicisitudes que atraviesan hasta que llegan hasta donde quieren llegar son casi invisibles a los hombres pero condicionadas absolutamnte por ellos; y porque aquello que parecía insignificante, silencioso, sin gracia podía ocultar peripecias y transformaciones increíbles.

En una parte de esta historia, el grupo de fugitivos se acerca peligrosamente a una granja, y encuentra refugio en las madrigueras de unos conejos gordos, lustrosos,  que comen jugosas zanahorias y hortalizas varias que encuentran "casualmente" bien cerca de sus cuevas, pero que no saben correr ni saltar, ni buscarse por sí solos el alimento, que desconocen o callan el pasado de su comunidad y de los conejos, y que tienen absolutamente prohibido responder a la pregunta "¿Dónde está ........?".


Muchas veces, luego, volví a recordar esto.
Anoche volví recordarlo cuando Luis nos sugería a qué empresa pedirle plata para publicar el próximo libro del museo.

La tapa es del libro de Richard Adams, La colina de Watership, Emecé, Bs. As, 1975, traducido por Patricio Canto. Watership Down fue publicado en Londres, en 1972. El año pasado Seix Barral publicó una nueva traducción.