1 de noviembre de 2012

Escribir una novela es algo que siempre tuve en mente; el argumento, el tono, el punto de vista, la estructura, la primera frase son cosas sobre las que muchas veces me he puesto a pensar concienzudament; y cada una de esas veces he gozado -sí, ya solamente con eso- de un inmenso placer, prefiguración del placer concreto y real - supongo- que supondría la escritura de esa novela en sí. Habiendo devorado ya toneladas de novelas y recordando haber sido -sobre todo en otras épocas- una gran fabuladora, he pensado  con frecuencia que bien podría haberme abocado yo también al minucioso trabajo de escribir una.

Por qué hasta ahora no lo hice, es algo que recién hoy siento ganas de pensar. Podría pensar que en estos años, ordenando un archivo y tratando de armar la historia de un taller ferroviario,  me he vuelto una - como me acaban de calificar esta mañana - empirista. (Nada de guitarreos, por favor, nada de deducciones a partir de premisas generales, nada de generalizaciones aventuradas a partir de uno o dos indicios, terror pánico a versiones de la historia creíblesm verosímiles y perfectamente falsas). Y sin embargo -pienso ahora, que estoy en pleno proceso de escritura - yo también de algún modo, "fabulo".

Ya sé que hay toneladas de libros sobre esto. He leído atentamente varios de ellos.
Pero no me preocupa esta mañana cuánta fábula hay en la historia que estoy escribiendo; sino cuánta historia (en el sentido de hechos sucedidos, personajes reales, lugares, circunstancias no ficcionales) necesitaría para mi futura novela.


2 comentarios:

Marina dijo...

Para mí vos sos una Sebald mujer y más feliz, y si yo me imagino un libro tuyo es algo así, que va de una cosa a la otra, de los trentinos a los trenes a las canas a los perfumes y a las recetas en italiano, me encantaría leerlo, habemos quienes si alguna vez escribimos una novela va a ser primero rompiendo esto de "la novela", por más que nos encante leerlas.

Ana Miravalles dijo...

Gracias, mar, esta bueno pensar esto que me decís!!!