Cuántas mañanas de sol
quisiste estar en ese puerto
nunca visto,
como cuando frente
al más recóndito y laberíntico palacio
esperabas que te abran
a las nueve, la puerta.
Que te deslumbre el mosaico
(que está pintado
pero no importa),
que la brisa del mar,
que el resplandor opaco,
que el olor salobre
te inquieten,
como entonces,
como si fuera todavía
muy temprano
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