12 de febrero de 2015

Febrícula.
Nostalgia de mi madre, una mañana de verano caminamos por alguna calle del centro ella tiene permanente, hay un aire fresco y una sensación de inminencia, expectativa, por algo bueno que está a punto de suceder, nostalgia de un tiempo anterior a algo que luego pareciera haberse quebrado, de un tiempo en que yo no sentía todavía que siempre estaba debiéndole algo.

"La ciudad se vistió de novia, pero el prometido nunca llegó".
Conversacion con una persona que viene del corazón profundo de la historia de ciudad: me habla de archivos, papeles y libros de la empresa que en los setenta perteneció a su familia.

Uno se va convirtiendo en una gran oreja.
Equilibrio emocional de indiferencia. El asno de Buridan que se muere de hambre.

La lista se va completando. Los nombres, esos escuetos datos garrapateados hace más de cien años en esos libros que fotografié ayer, apenas pueden leerse son como ínfimos destellos de luz en la  mas absoluta oscuridad del pasado. Pero uno de ellos viene a iluminar una esquina acá a la vuelta de casa: la Fonda Tirolesa, en Rondeau y Terrada.

Cómo me hubiera gustado ser soprano.

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