2 de febrero de 2015

Soñé con un león, en la entrada vieja del campo, que era muy parecida a la del parque de mayo, en la casa del campo esperábamos, el león me acompañaba, yo iba montanda sobre el león, que luego al regresar se recostaba a la sombra del los árboles, y yo me recostaba a su lado, y sentía que me protegían su enorme melena rojiza y el follaje de los árboles.

Las revistas de Pedro prolijamente ordenadas sobre mi escritorio.
El archivo. La pediatra de Nina. El antibiótico. Los mails de condolencias por la muerte de Pedro. La llamada de Marcelo. La orden del hisopado en el hospital. Algunas vueltas de crochet en la supermanta de colores que estoy tejiendo.

Como si hubiera sido un presentimiento. Hoy me llamó Corinti para preguntarme si podían cortan los árboles que están detrás de la casa. Le hablo a Alicia. Sí, mas vale, esos árboles ya son viejos tienen mas de treinta años, ya se caen en cualquier momento, y para eso están, para sacarles plata. Es así, la cosa, una fuente de madera que se renueva, cada treinta años, puntuales: plantados a principios de lo sesenta, cortados a mediados de los ochenta, vueltos a plantar mas o menos por ahi. Ya es hora.

Pero para mí la imagen del campo es siempre del color de esta foto (que es de 1978), y los árboles no son que veo no son los que están ahora (más irregulares, más frondosos, más grandes, incluso) sino esta textura, este ramaje, esta tonalidad rojiza más propia de los de los productos químicos con los que imprimían las fotos en esos años que de los árboles de verdad. La chalina de mi abuelo es del mismo color (la tengo en casa guardada en mi baúl).


Es el color de un león, el de las copas de esos árboles de la foto.

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