16 de abril de 2015


Soñar con ir a una ciudad es ya, de algun modo, estar en ella, y disfrutarla.

Yo también sueño con volver a Venecia, y con volver a sentir el deseo con el que fui la primera vez: ya había estado en la Venecia de las guías de viaje de los años 70, y en la de los libros con temas asombrosos para niños, en la de las pinturas de Longhi y Canaletto, y en la de Casanova y Claudio Magris. Finalmente llegué a Venecia, en tren a traves de un largo puente que corría sobre la laguna, en días de carnaval. Vi entonces una Venecia kitch enmascarada de máscaras, maquillajes y figurantes; y vi el oro de los altares, los corredores de mármol, las balaustradas, y los balcones torneados sobre calles oscuras y los canales inmensos. Volví después y pensé que lo que estaba viviendo allí en esos días, eso era ser feliz.

Pero fue hace demasiado tiempo.

Y me doy cuenta ahora de que no tengo ninguna foto.

(Y me saltee la Venecia lujuriosa de Gaspara Stampa, y sus amigas, que no es poco)

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