29 de junio de 2014

No, no podría ser cantante lírica. El placer estético por sí mismo, y quiénes lo gozan (y aunque lo gocen incluso aquellos que se suponen que habitualmente no gozan de esas cosas, es siempre una mirada desde arriba, que se complace en haber hecho disfutar eso que es bello, en haber elevado algo del espiritu de los otros). Este de anoche fue un goce mucho mas complejo, bajo los sauces, junto a una enorme tarima metálica, y cinco personas con las que hablábamos de anarquistas de otra época y de ahora, de ferroviarios, de los modos en que se cuenta la historia y cómo eso influye en la vida de cada uno.

"Me dieron ganas de llorar, la vi a la C el otro día revolviendo un tacho de basura", me dice mi pariente. Y yo casi me pongo a llorar con él. "¿Qué dice la carta? ¿vos la leíste?" me pregunta. "Si, la bajé de internet y la imprimí, asi vos la lees tranquilo", le digo, " y le pregunté, a R si quería que te dijera algo más, y ella me dijo que por ahora así esta bien". ¿Qué habrá sentido ese hombre al leer esa carta, que parecía mas bien una carta de despedida, como si él estuviera por morirse?  Recién me escribe, R, y me cuenta que está escribiendo el árbol genealógico de la familia a mano, que lo va a constelar para sanarlo.

Lorenzo se lleva las radios viejas que mi viejo tenia en un cajón en una enorme mesa metálica en el galpón: las voy a poner en el quincho, me dice.

Ya casi termino de pagar mi viaje por completo.




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