26 de junio de 2014

Quiero ser cantante lírica.

No me cremen cuando me muera: entiérrenme en la tierra, con un cajón finito que la humedad descomponga pronto, para que mis células sigan viviendo, en gusanitos, escarabajos y lombrices, y sean nutrientes en la tierra para algún árbol o yuyo; que ellas sigan su curso vivas, que no sean aniquiladas en el sordo resplandor del fuego, ni terminen siendo ceniza opaca.

Soprano.

La prueba del centímetro, dice Pola anoche en la cena: "mirá en la cinta cuántos años viviste, cuánto es el promedio de vida en tu familia, cuántos te faltan. Yo me lo paso jodiendo todo el día", me dice. La mujer trabaja en bonacorsi, me cuenta, por eso conocen al empleado que nos atendió la noche que fuimos a contatar el velorio de mi viejo y al que le dije:  "supongo que podrían hacernos descuento por cantidad: hace un mes y una semana que enterramos a nuestra madre".

Un aria que me gustaría cantar: Deh, vieni non tardar, de Las bodas de Figaro.

Quién sabe, por ahí todavía no es demasiado tarde.


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