12 de junio de 2014


Doña Gregoria preparaba de vez en cuando té de barbas de choclo. No sé por qué, en esa agua amarillenta me hacían pensar mas bien en pelos púbicos, pero parece que hacía bien y alla en calle Soler se tomaba con frecuencia. A la tarde jugaba a los naipes con el abuelo, tejía pulloveres en punto inglés y en los esporádicos almuerzos familiares era ella quien se comía siempre el culito del pollo.   No se si ha quedado alguna foto.

Pasolini, cómo lo amo a Pasolini.  Veo una foto suya (como hoy vi una jugando al futbol) y siento por él una nostalgia como la que podría sentir por un amigo al que hace mucho que no veo. Como una familiaridad profunda. Es raro, son esos años sesenta, de cuando yo era muy muy chica, y nadie en mi casa seguramente leía ni conocía a pasolini, pero vuelvo a encontrarme con algo muy hondo de mi infancia. Quien sabe si no es por eso que sigo dando clase, para poder volver a leer cada año, en compañía, para poder volver a contar su vida, decir sus poemas. Hoy un chico muy muy chico había visto Salo. Al príncipe lo deje para la próxima.

Daiana Boller: toda historia empieza siempre por el final.

Ahora me acordé, era Sgarbossa el hombre que estaba en la presentación


Y recién hoy - la última, cuando ya todos lo saben - me terminé de dar cuenta que A y G están enamorados.

No hay comentarios: