1 de junio de 2014

Me viene esto a la cabeza, aunque no puedo precisar quiénes estaban conmigo, ni cuándo sucedió esto. Estamos volviendo de algun lado, de Sierra de la Ventana, tal vez, en colectivo. Nos han levantado en la ruta somos muchos, más personas que la cantidad de asientos libres. La mayor parte nos quedamos parados, en el pasillo, apoyados contra el respaldo de los asientos, y en algun momento alguno saca un mazo de naipes y así, haciendo equilibrio, empezamos a jugar un truco de seis, y  mientras tanto se hace de noche y como es un colectivo de larga distancia la luz interna va apagada y nosotros seguimos jugando, hasta casi la entrada de Bahía.

Otra más, que tiene color de diapositiva de fines de los años '60: tengo cuatro o cinco años, estoy con mis padres, ellos son ligeros, su animo es jovial,  ellos tienen ganas de pasear y la tarde es plácida con ese sol ligeramente nublado, mi pelo tirante, atado como cola de caballo, y corro por la vereda y ellos me sonríen, juntos como no sé si volví a verlos sonreir después, cuando ya el sol de las tarde tenía otro color.

Un bolso de cuero, cuero, cuadrado, fortísimo, de excelente calidad. Creo que sí puedo acordarme para qué se usaba ese bolso, y las dolorosas vueltas en colectivo en los años 80 cuando estaban todavía con la plantación de los álamos. Pero no me acuerdo de eso, decido, el bolso es demasiado bueno, y no voy a dejar que se lo lleven por 200 pesos.

El brazo del combinado también está pegado con poxipol, con un chorro de poxipol al que no se le quitaron los bordes ni las burbujas: "esto te lo tira completametne abajo", me dijo el pibe que vino hoy a casa a verlo.

Uno tendría que ser mas fuerte, mas insensible, no detenerse a pensar en cada una de estas cosas.

Me desperté hace unos días gritándole a mi prima Angela "no me dejen sola" mientras subíamos un enorme y frío edificio de hormigon, lleno de balcones, vacíos, barandas.

Un hombre con una sonrisa espléndida  me saluda ayer, me llama por mi nombre, me abraza calurosamente, me dice : te acordás quién soy. Claro que me acuerdo: es decir recuerdo el nombre de pila, y reconozco esa sonrisa, igual a la de hace 30 (que no era para mí).



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