23 de abril de 2014

El verdulero se rie de su propio chiste y dice: yo a mi señora cuando se enojaba y protestaba le decía: qué linda que sos, así me gustas más, y ella no podía aguantar la risa, y se le pasaba ... y bueno, dice encogiéndose de hombros.

Decir que no, decir que no a tiempo y lograr no sentirme culpable cuando en realidad a quien me hace la propuesta probablemente poco le importe y ya esté pensando en otra cosa.

Hundida en el sopor pomeridiano de pronto intuyo de puro repetir algunas palabras mentalmente cuál podría ser la clave del libro del que voy a hablar (aunque no se trate de una clave en tanto enigma o acertijo a resolver). Ni lectura biografica, ni sicologica. Decir con claridad, si se estilara  ¿por qué algunos, cuando hablan o escriben de poesía terminan superponiendo al de los poemas, un discurso intrincado lleno de figuras, de sentidos cruzados, e incluso de horribles neologismos?

Después de haber fracasado estrepitosamente con un enorme saco a vainillas gruesas, y tímidamente con unos veinte centímetros de crochet (varetas dobles en relieve alternado, quedaba lindo pero demasiado rígido), retomo esa lana color marfil que empiezo a tejer de nuevo ahora, a dos agujas bien finitas, por tercera vez.

Una complicidad que dura ya largos años: ya sabes a quién van a llamar si no venis vos, me dice; y en eso se funda una amistad que ya me dura más de media vida.

Unas galletas de la fortuna y una crema china para calmar con suaves masajes en las sienes los dolores de cabeza.

La cualidad física de la poesía, eso.

Hoy me levanté con un lloro terrible, dice nina jugando.

Yo en cambio me  voy a levantar que va a ser bien temprano todavía.


No hay comentarios: