23 de enero de 2015

Por fin me puse a hacer lo que tenía ganas de hacer: la historia de los trentinos en Ascasubi: Vigilio, Amelia, tengo que encontrar la clave de todo ese asunto. Material no me falta.
Revisando fotos encuentro las postales que mi abuelo Camilo le mandaba a su hijo y a mi abuela de su (¡¡¡su!!!) viaje a Copahue en el año 1944.
 
En una sala de espera, hoy a la tarde, estoy sola: hay una cámara de seguridad, y un televisor prendido, con el volumen altísimo y un programa espantoso. Me pongo impaciente empiezo a caminar por la habitación, me empiezo a poner furiosa, finalmente apago el televisor y me siento, un poco mas calma. Una de las mujeres de limpieza pasa y lo enciende; yo me levanto y lo apago de nuevo. Al rato sube una mujer (bien vestida, con aire de importancia), pregunta
- ¿algun problema? que pasó con el televisor? se apagó?
- Yo lo apagué, señora, le dije, disculpemé, pero hace media hora  que estoy esperando, acá sola, y no tengo por qué esperar escuchando un programa muy desagradable que me estaba poniendo nerviosa.
- Pero la doctora está muy ocupada con otro paciente, son situaciones...
- Señora, apenas termine mi espera yo misma lo prendo el televisor, le dije.
Pero enseguida llegó quien me tenía que hacer la ecografía. Cuando salí, naturalmente, a todo volumen un ignoto conductor vivaba a alguien a quien -de atrás- le iban bajando de a poco una pollerita.

Y en cambio (aunque en rigor sigamos hablando de lo mismo), a la noche la escena de mayor voltaje erótico de la jornada: primer plano de Onur que mira fijo a Scherezade, plano de schrezade, que no le dice nada, los dos rostros de frente, muy cerca el uno del otro, él le toma apenas la mano, ella lo mira, esboza apenas una sonrisa. (espero ansiosa la reseña de marina sobre esta novela).

 Y sí, tan básico, tan literal como esto: este verano otoñal estaba empezando a ponerme melancólica, me falta todavía una dosis importante de sol en la piel, para poder seguir. Hoy con el calor sentí que reviví de nuevo.

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