14 de mayo de 2015



Hoy me llama Claudia, alborozada. Claudia la nieta del tio Abramo, el de la esquina del negocio de vino, la hija del propietario de campo y de un monton de plata, Claudia golpeada, despreciada y finalmente expulsada de la casa-chalet por su propia madre, Claudia con un hijo y un marido imprentero, Claudia va y viene por toda la ciudad en bicicleta y su carrito cartonero, y junta montañas de latas de gaseosa, papeles, bidones y hueveras de cartón, su rostro menudo endurecido por los golpes, la intemperie y la aspereza de la vida, idéntico al de su abuelo cuando era joven.

Me cuenta que la llaman de la Biblioteca Almafuerte, que estan haciendo limpieza (o sea, tirando a la mierda todos los libros), que ella los libros no los tira sino que muchos los conserva para su hijo o los regala por el barrio a las personas que piensa que les pueden servir, que ya habia hecho dos viajes,y que cuando esta en su casa vaciando el tercer carro de libros, ve aparecer entre tantos papeles un librito anaranjado, Diario del mio viaggio di mare, de Abramo Battaia.  Qué hijos de puta los de la biblioteca, que tiran un libro que nosotros mismos les regalamos hace unos años, fue mi primer comentario. Qué suerte que así puedo yo también tener el libro, me dice ella. Se me hace un nudo en el estómago y en la garganta. Así mi hijo va a ver que su bisabuelo también está en un libro. Yo lo tenía que querer en silencio a mi abuelo, si decía algo bueno de él mi mama se enojaba y me pegaba. Y a quien iba a llamar para compartir semejante gran alegría? No estaba segura si el celular seguia siendo el mismo entonces buscó y encontró mi numero en una guia viejísima de esas que le dieron para reciclar.

Finalmente, un fil de fumo. Ya estaba empezando a faltarme el aire.
Me lo pasé todo el día escuchando a Maria Callas.


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