22 de mayo de 2015

Inspiradisima estoy escribiendo esta noche, (y eso que es un texto por encargo). Cómo lo disfruto.
Empecé revisando los diarios que fotografie ayer en la biblioteca, despues, en el acto en la escuela de esta mañana en el que nina bailó la chacarera vestida de paisanita delante de un cabildo de cartón en el que tronaban las palabras "amor", "unión", "sacrificio", "dedicació", "participación" y otras, empecé a encontarte la vuelta al argumento, y durante toda la tarde estuve anotando, y transcribiendo, y dando vueltas. Ahora me preguntan si no quiero ademas usar una pantalla ... ay ay ay, qué tentación. Tengo igual tres días para pensar. Necesito estos empujones para ponerme a funcionar a toda máquina.

Tengo una sensación de gran potencia, como la que habrán sentido los que quisieron construir una torre en Babel y creyeron que iban a poder hacer la torre más alta jamás vista, y vino dios y los castigó a todos condenándolos a hablar a cada uno, un idioma diferente. El castigo a mi soberbia es más modesto: tengo para mañana esperándome la torre de ropa para planchar mas alta del planeta. (y me dio curiosidad, acabo de buscar y encuentro que la torre mas alta del planeta mide 828 metros, y está en Dubai, en Arabia, la Torre del Califa, y tiene una placa que es una especie de fack you a la historia bíblica).


Entre 1988 y 1989 compré y leí -con placer- varios libros de Herman Hesse. Uno, que compré usado, con varios pasajes subrayados con lápiz negro y un exlibris en un margen, me quedó en aquel momento sin leer, El lobo estepario. Lo tengo acá, conmigo, ahora, en mi escritorio, leí dos o tres páginas, un poco al azar, y me estremecí  Vaya a saber por qué pasan esas cosas.




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